No cumplí al pie de la letra mi lista de lecturas para el verano. Leí algunos de los libros programados, abandoné otros. Y, por caprichos propios o frutos de azar, algunos se intercalaron en mi minucioso listado.
Libros leídos:
Hidrografía doméstica, de Gonzalo Castro.
¿Cómo no quedar atrapada por la historia de una niña que vive y mientras vive cuenta sus cavilaciones cotidianas, su mundo extraño, construido a imagen y semejanza de su mirar a destiempo?
Si esta es la primera novela de Castro, decididamente, voy a seguirle los pasos.
El discurso vacío, de Mario Levrero.
Me gusta Levrero, siempre. Quizás, sólo por párrafos como este:
"Y así van las cosas. Estoy en un especie de suspenso (...) en el sentido de ´puntos suspensivos´. Pausa, demora, quedarse en la última sílaba de la última palabra, como arrastrándola. También podría decir: 'Hombre entre paréntesis', aunque más exactamente yo sería un hombre después del primer paréntesis, preguntándose por el segundo. Una etapa provisoria que se prolonga y se prolonga en el tiempo (...). Es como ir a un hotel por dos o tres días y quedarse meses y años, siempre con las cosas dentro de una valija".
El Mundo, de Juan José Millás.
Parece que este libro empezó como una gran respuesta a un reportaje, en donde se le preguntaba por su infancia. Un libro amable, que iré olvidando con los años.
Grasa, Retrato de la vulgaridad argentina, de Juan José Becerra.
Lo compré porque Becerra me interesa como escritor, pero me encontré con una recopilación de notas. Algunas de ellas ya habían sido publicadas en la revista Los Inrockcuptibles. Me entretuve con sus criticas a Tinelli y al Baby Etchecopar, pero prefiero otro tipo de lecturas. Leo tres o cuatro y pierdo el entusiasmo.
Zapatos italianos, de Henning Mankell.
Es un Mankell no tan Mankell. No es un policial, aunque sí está ese clima helado de la costa sueca. "Siempre me siento más solo cuando hace frío". Así empieza la historia de un hombre viejo. Y solo. ¿Cómo resistirse a la lectura? Apenas a la segunda página, uno sabe que tendrá que vérselas con la soledad, la vejez, la enfermedad, la muerte. ¿Qué decirles? Que lo terminé en dos días. Creo que varios de sus personajes tienen para mí la identidad del frío y el llanto. Podría reconocerlos si los viera por alguna calle helada... cuando llegue el invierno.
CONFESIONARIO II, Historia de mi vida privada. Idea y compilación de Cecilia Szperling.
Les cuento cuando lo termine. Estoy en plena confesión de Juan Terranova.
Libros abandonados despues de 40 páginas:
Este libro te salvará tu vida, de A. M. Homes. (no es autoayuda, es pura novela).
Se trataba de mi gran apuesta para el verano. Otra de sus novelas, Música para corazones incendiados me había cautivado de una manera enfermiza. Lo fui dejando para el final, como quien reserva el mejor bocado para la despedida.
Quizás no sea malo el libro, sino tan sólo yo la lectora inadecuada.
Quizás no se puede pasar de una novela a otra sin un paréntesis, un corte, una distracción, un dejar decantar la que se fue para entrar de a poco en la que vendrá. No lo sé. Por ahora va al estante de los "otra oportunidad".
La Hermana, de Sandor Marai
Creo que llegué hasta la mitad, pero siempre relojeando la pila de los próximos "a leer". Para qué seguir, me dije un día y ahí nomás manoteé a Mankell y sus viejitos helados.
Conclusiones: fue un verano de lecturas ni muy muy ni tan tan.