30.4.10

Buen fin de semana + un regalo

"Se acostumbra a regalar algo a los seres queridos. Busco en mi entorno algo que enviarle, algo que provenga de mí, que sea mío. No encuentro nada. Pues bien, querida Lousie, acepte esto, un beso que le doy, un beso muy grande de corazón, en el que me pongo entero, en el que la tomo entera. Lo deposito aquí, al pie de mi carta: tómelo".

G. Flaubert, Cartas a Lousie Colete, ed. Siruela, Madrid, 1989, pág. 155.

28.4.10

¿Más?


Ayer pasé por la casa de una amiga y vi que tenía La Novela Luminosa sobre la mesa de luz. Qué dichosa, pensé, aún no la ha leído.

Nada como esos momentos que anuncian la llegada de la felicidad: el viernes a la tarde, los días antes de las flores del jacarandá, las horas que anticipan una gran noche, el instante justo en que se empieza a abrir un regalo, el delicioso olor de lo que se está por comer, la entrada gloriosa a ese recital tan esperado, el camino hacia la librería, el descubrimiento de un nuevo autor.

No sé si son los libros que más me han gustado, pero sí digo que me hicieron feliz. Recuerdo perfectamente dónde y cuándo los leí, y todo el placer que me dieron. Los leía despacito, sin apuro, amarreteando las páginas para que el disfrute durara más.

El sonido y la furia
La Guerra y la paz
Rayuela
Facundo
Diarios de Cheever
El Palacio de la luna
Biografía de García Lorca
Descanso de Caminantes
Ema la cautiva
La Novela Luminosa

Quiero más.
¿Hay más?

Foto: Ángel Pérez de León

26.4.10

Domingo a la mañana


Los domingos a la mañana me despierta el golpe del diario en la puerta de mi casa. Pepe, el repartidor, lo lanza desde su bicicleta a las apuradas, porque siempre hay un perro madrugador que lo corre, mordisquéandole los talones.
El sonido del golpe en la puerta no es igual el domingo que el lunes, pongámosle, por no decir martes o jueves.
Pasa que en día de descanso, en esta casa recibimos dos diarios, y todos sabemos cómo vienen los diarios del domingo: revista + publicidades + tapas de la colección de arte precolombino + folletos zonales + sachets de champúes o detergentes pegoteados en las tapas de las revistas.

Hay un rito para empezar el descuartizamiento: secciones que se van a leer, por un lado; las dudosas (si el tiempo alcanza) por el otro. Y en último lugar, los descartes, que así como llegan pasan a la pila de diarios viejos aunque sean nuevos.
Una vez con el desayuno sobre la mesa, se despliega la parte principal del diario. Impensado comenzar la tarea por la sección Espectáculo, Cultura o los ingratos Clasificados.

Según cómo haya transcurrido la semana, la primera plana del diario nos quitará la sonrisa de un solo sopapo o lo hará despacio, midiendo el impacto de cada bofetón.

Lo cierto es que ayer la sonrisa me duró muy poco. A los dos minutos, sentí que la miel de mi tostada me había amargado el paladar, y un rato después, hasta el humeante café me cayó como cae una mala noticia.

Leí:

"Jaime y empresarios K operan con sociedades truchas y prestanombres".
"Avanza en Uruguay la edificación de una nueva Botnia".
"La Nueva gramática de la Lengua Española cuesta $ 749".
"Vuelve la tensión a Gualeguaychú".
"Feria del Libro: esperan más escraches".
"Sadous miente...".
"La oscura ruta de la coima".

Después de saltear páginas con descuentos de Coto, 2 x 1 en no sé dónde, y un lleve 6, pague 4 en Carrrefour (o lleve 6 y pague 40% de los dos restantes... o lleve 4 y pague 6..., qué lío), y de preguntarme por las verdades y las mentiras, doy con la peor noticia de los diarios del domingo:

Leo: Nada frena el avance de los narcos en las villas porteñas.

No les cuento más, les dejo el link, por si no lo leyeron.
Sólo les digo que cerré el diario pensando que hasta tanto no se resuelva este tema, los chicos de nuestro país, especialmente los que viven en estos barrios, estarán en una situación de extremo peligro.
¿Será tan pero tan difícil desarticular las bandas? La complicidad de la Policía, los entramados de intereses, la exclusión, el poder, la impotencia del poder, la verdad sobre las decisiones políticas. Sé que es un problema del mundo entero, no sólo de la Argentina.
Mientras paseo bajo el sol de este domingo, no puedo sacarme el tema de la cabeza. Intento imaginar un posible final de capítulo, pero no lo encuentro. Y todo lo demás: los escraches de cada día, los insultos, las peleas, se me hacen cosa de niños, que juegan al poliladron sin importarles si el lobo está.

23.4.10

Buen fin de semana


"En el fondo, echa en falta el contacto continuo con los escritores, esos seres tan disparatados y extraños, tan egocéntricos y complicados, tan imbéciles la mayoría. Ah, los escritores. (...) son resentidos, celosos hasta la enfermedad, siempre sin dinero y finalmente unos grandes desagradecidos, tanto si son pobres como pobrísimos".


Para YUPI:

"Todo en la casa se está volviendo oriental.
Él, hikikomori, ella budista".


Dublinesca, Enrique Vila-Matas (flor de escritor, convertido en hikikomori).

21.4.10

Pasemos a otro tema

La semana pasada estuve unos días a media máquina, engripada, sin ganas de salir de casa y con poca energía para trabajar. Así que me fui tomando más recreos de lo habitual e hice zapping a lo loco, tanto en la radio como en la televisión.
No puedo más que decir: qué idea fija con el sexo. Qué barbaridad.


Pero el problema no es el sexo, (claro que no) sino el lenguaje del sexo. Como si no hubiera metáfora ni posible elaboración de la experiencia de los otros.
No sé en qué canal presentan con torpe picardía la escena de una novela donde dos hombres hacen el amor. Pero no es del amor de lo que quieren hablar, sino de los actores que se animaron a mostrar sus musculitos: chau ficción, total para qué.
Me aburro y cambio.

Consejos sobre sexo y salud. Que la eyaculación precoz y la multiorgasmia más alguna otra disfunción.
Apago la tele y prendo la radio.
El tema del día parece que es Tiger Woods y sus desenfrenos, que nada me importan. Sigo corriendo a través del dial: adultos bien adultos cacarean a los gritos sobre el perineo, el punto G (¡ufa!) o el paso a paso para una masturbación exitosa. Tengo que elegir entre el sexo descarnado o las peleas entre gobierno y oposición: los dos temas de permanente actualidad.
Lo del gobierno, vaya y pase, la cosa está que arde. Pero basta de sexo; me dan ganas de decir: ¡che, paren, no están hablando de algo raro o inusual, es lo que hombres y mujeres venimos haciendo desde que el verbo se hizo carne.

Me acuerdo entonces de un artículo de Jonathan. Franzen, donde el escritor protesta, agobiado de tanta genitalidad mal dicha:

"Por muy valientemente que me resista a la nostalgia, me atraen los silencios victorianos. El sexo en una época de aparente represión tenía, al menos, la ventaja de labrar un espacio de intimidad. Los amantes se definían por oposición a la cultura oficial, lo que tuvo por efecto que cada descubrimiento fuera personal. Hay algo profundamente tedioso en lo que promulgan, aunque solo sea como un ideal, los expertos actuales: la misma historia en cada hogar".

Como Franzen, quisiera vivir, por un tiempo, en un paréntesis victoriano. Que se callen todos. Que no digan más jijiji cuando el cuerpo de otro se prepare para amar.

Pobres los más jóvenes, pienso, que tienen que entrar en el maravilloso mundo del sexo libres de misterios, porque ya todo está dicho. Habrá siempre alguien que haga el amor mejor que ellos, ya no serán seres únicos sino seres repetidos, que compren, como si fueran stickers, las posturas acrobáticas de lo maratonistas sexuales de la radio y la televisión.
¿O estoy exagerando?

18.4.10

Una nueva manera de leer

El libro electrónico se viene a todo galope. Lejos de asustarme –para qué, me digo, si es inevitable– muero de ganas de tener un kindle o un ipad entre mis manos.
Pero siempre que algo nuevo llega hay otra cosa que se va.


Cambiará el soporte y se revolucionarán los paratexos.

No más solapas ni cubiertas de vivos colores, pienso. No más libros como bodoques, de 500 ó 600 páginas entre las manos. Si la letra es demasiado pequeña para nuestros ojos un tanto gastados, bastará un click para lograr que se haga la luz. El hábito del lápiz en mano pasará a la historia, como el boleto de colectivo a modo de señalador. La nueva forma de leer combinará texto con imágenes, videos, links y cliks.

La cuestión de las no-tapas me tiene mal: confieso que más de una vez compré un libro por la tapa. Los de la editorial Siruela o los de Acantilado, definitivamente, me atraen como objetos dignos de colección; quizás sea la tersura de las portadas, el papel distinto a otros o su singular perfume a páginas nuevas.

Por otro lado, sé que me gustan los libros en las bibliotecas, tanto, que conozco el exacto lugar en donde descansa cada uno. Mi memoria visual me lleva, la mayoría de las veces, directamente a ese estante y no a otro. Aunque, ahora que lo pienso, me evitaré esa sensación de orfandad y fastidio que me ataca cuando voy hacia el libro y el libro no está. Porque lo presté y no me lo devolvieron, porque lo mudé de lugar en un día de apuro...

No más libros apilados por aquí y por allá.
No más recortes o servilletas de aquel bar escondidas entre páginas olvidadas.
Llegarán otros modos de leer: pues que se vengan, nomás.

16.4.10

Buen fin de semana fresquito pero con sol


"Me avergonzaba un poco exhibir tanto conocimiento de la vida y obra de las estrellas del espectáculo, cosa que podía dar a creer que me interesaba especialmente el tema o que perdía el tiempo leyendo revistas especializadas. Pero, como ya dije, el saber de estas cuestiones populares está en el aire, y más que para tenerlo hay que hacer un esfuerzo para ignorarlo"*.
Las Conversaciones, César Aira.

*Me acordé de esta cita cuando ayer, en una reunión, una mujer preguntó, con aires de extremo desprecio: "¿quién es Ricardo Forggg?

14.4.10

Esperando una revelación 2010

Leo:
"Siempre pensé que las edades son todas crueles, y que se compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo? Espero una revelación. (...). Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios. Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa ".
Los retratos apócrifos, Silvina Ocampo.

Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, dice Silvina.
No se sabe ser viejo, como no se sabe estar enfermo.
Me pregunto si conozco a alguien que sepa envejecer. Aparecen, uno a uno, varios que veo envejecer así, en armonía con aquello que trae lo viejo, como si acabaran de vestirse con un nuevo traje hecho a medida. Hasta que una mirada, un instante, un gesto descuidado del que está envejeciendo alcanzan para pensar en voz baja: "no les creo, es sólo una simulación".

A pesar de esta sospecha, hoy voy, día a día, construyendo una esperanza. Quizás la revelación llegue una vez instalados en la propia vejez, no en la del otro. Y entonces, tal vez, pueda decirse: "Ya está; de esto se trata".

Para los que estamos en mitad de la rayuela, nos queda la suerte de seguir jugando, una pata acá y otra allá.
Que se venga el salto cuando tenga que venir. Quizás llegue con enviones renovados y piruetas en el aire en cámara lenta.
O con muchas ganas de que termine el juego. Habrá que ver...

12.4.10

De todo, como en botica


La idea surgió en una playa junto al mar, pero no en épocas del sucundum. Fue hace algunos años, eso sí, una tarde de ronda de amigas, cuando el tiempo siempre es propicio para la conversación menos urgente. Que por qué nos nos das un taller de literatura, me dijeron a mí, pues venía contando mis últimas lecturas. Que no, que ni loca. No sabría cómo, en todo caso, vos, –me acuerdo que le dije a la que estaba justo a mi lado– danos clases de cocina, que me mataste con tus recetas este verano..
Y así, en plena playa, se fue armando el querido Polirrubro.
La cosa era así:

Un grupo de diez mujeres nos reuníamos una vez por semana (fuimos probando distintos horarios, según las varias ocupaciones) y cada una compartía con las otras, en riguroso turno, aquello que sabía hacer o que más le apasionaba.

Empecé yo con cuatro encuentros dedicados a Borges. Con esmero, preparé fotocopias para repartir, seleccioné información y armé un recorrido interesante que abarcaba su vida y su obra.
De Borges pasamos a las clases de cocina –el "ser pastiche" era rasgo fundante del Polirrubro, de ahí su nombre– en la casa de la cocinera en cuestión. Ella en el centro de la cocina y nosotras en la tribuna, atentas al crepitar de las cebollas y al paso a paso del plato del día. La clave era terminar con la degustación en vivo de todo lo que habíamos preparado.
A esta altura, cada una, en su casa, ya revolvía la cacerola al son de los poemas de Borges.
Íbamos bien.

Pasemos a otro tema, dijimos, hastiadas de tanto soufflées y con varios kilos de más.
Y entonces llegó la cosmetólga con su mágico maletín, rebosante de polvos volátiles y rubores en barra. Alrededor de una mesa, empezamos desde el paso uno: limpieza de cutis, mascarilla de pepino par una buena hidratación, y terminamos con los consejos de nuestra experta para lograr un buen maquillaje: ojo con los ojos –decía ella parodiando a la profesional de Utilsíma Satelital–: para las ojeras que tienden al marrón, va tapaojeras amarillo; para las rojeces del rostro, el corrector debe ser verde y nunca, ¡pero nunca! deberán maquillarse el cuello. La sombra para párpados se coloca así, síganme: esfumando de acá para allá... Creo que fue más la risa que el aprendizaje, porque cada tanto veo en mi cajón del baño el corrector verde que jamás usé, y porque, digamos la verdad, muchas de las amigas del Polirrubro apenas si tenían un rímel añoso y un brillo pegoteado en su bolsitos de cosméticos.

Le siguieron clases de historia, que nuestra profesora y amiga había preparado casi como para un posgrado en Harvard. De su mano recorrimos el conflicto árabe-israelí, primero, y después, las causas y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, que nos llevaron largos meses.

Agobiadas por temas tan complejos, decidimos despejar mentes y cuerpos con nuestra experta en Turismo: alquilamos una combi e hicimos un maravilloso recorrido por la ciudad de Bueno Aires. A partir de esa experiencia, miro la ciudad con otros ojos; ya nada se me escapa. Me di cuenta de la poca atención que le había prestado a las innumerables fuentes que la adornan, a las cúpulas de algunas avenidas, a los increíbles árboles en flor. Fue como ver la ciudad por primera vez, después de haberla habitado, casi indiferente.

Un día de fiesta que terminó con almuerzo en La Boca, pasadas las tres de la tarde.
Continuará...

9.4.10

Buen fin de semana


"En estos tiempos modernos, las fiestas de casamiento son tan largas ¡que duran más que el matrimonio!
Si observan bien, verán que al final de la fiesta... la novia ha envejecido".

Alejandro Dolina, La venganza será terrible (Radio Nacional).

6.4.10

Aunque las vaquitas sean ajenas

Llegué ayer después de pasar cinco días en un campo sin Internet ni señal en los celulares. Había una tele que no se prendió porque estábamos de festejo, celebrando un encuentro junto a Alejandro Mayol, aquel sacerdote pícaro de los años 60, hoy padre de cuatro hijos tan musicales y encantadores como él. Por eso hay que cantar Aleluya fue el leitmotiv de nuestra Semana Santa.
Allá no trabajé ni media hora, ilusa de mí, que pensé que podría.
El libro de Fogwill, lectura pensada para el fin de semana, volvió intacto, sin la más mínima marca. No se hizo nada, más que comer y cantar.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar, porque si arranco con el teclado no paro hasta mañana.
Sí va esta reflexión sobre lo que produjo en mí la veda informativa. Porque, como les dije, fueron cinco días faltos de noticias.
En el viaje de vuelta, pensaba yo en los titulares que me había perdido... lo único que alcancé a ver en la estación de servicio donde paramos a tomar un café fue que algo (no sé qué) había pasado con Nicole Newman y que la habían asaltado a la nieta de Noble. Ningún titular catástrofe: por eso hay que cantar aleluya, entoné en silencio.

Una vez en casa veo la pila de diarios que yo, mujer cauta y precavida, había pedido que me guardaran así: ordenaditos, en dulce montón.
Voy a la computador y veo que los blogs que suelo visitar no se han detenido.
Qué hago, por dónde empiezo. Nada. No me animo, estoy paralizada.
Mi carpeta de destacados está llena.
La de trabajos pendientes rebalsa.
En Facebook se han acumulado fotos paseanderas.
Pienso en Eco y en su decir certero: el exceso de información paraliza. Estoy así, paralizada.

No logro sacarme de encima los aires de Huanchilla, quisiera estar allí, bajo la magnolia, lejos de titulares amenazantes, cerca de las vacas y tarareando bajito: Al crear la vaca, Dios hizo la leche, hizo el dulce leche, ¡todo lo hizo bien!