Una vez más me abalanzo sobre los diarios de un escritor.Esta vez, los de Sandor Marai. Ya me había advertido mi hermana que no lo hiciera, pero terca como soy, y seguidora fiel de este tipo de escritura, no hice caso. Llegué hasta la página ciento y pico... y abandoné, por lo menos hasta que mi estado de ánimo vuelva al punto más alto en la escala anímica. (Seguir el día a día de un hombre de 85 años hastiado de vivir no puedo digerirlo aquí y ahora).
Esta hermana que me había recomendado no leer a Marai es fanática del sueco Mankell, no por las historias que le cuenta, sino por la manera en que el autor le habla del frío, de la nieve y de la blancura de aquella parte del mundo.
Puesta a pensar en el tiempo, y para no empantanarme en asuntos más incómodos, me di cuenta de que es en los diarios íntimos donde más se hace referencia al clima. Como si la cotidianidad no pudiera prescindir del estado de los cielos y los vientos.
Qué llega primero, me pregunto ¿el cielo ennegrecido o la tormenta interna?, ¿la niebla del afuera o la semipenumbra del adentro?
No lo sé. Lo que sí sé es que el día sábado se me fue recorriendo las páginas de varios diarios, en busca de la manera en que cada escritor deja constancias de sus meteorologías.
Así, logré distraerme de las penas terminales de Marai y me instalé, cómoda, entre nubes y cielos otoñales.
Claro que se habla más de la lluvia que acompaña a la desdicha que de la felicidad de los racimos en flor, porque, creo yo, como ya lo venimos diciendo, que la felicidad no necesita de las palabras para desplegarse, en cambio la tristeza, ay, la tristeza..., necesita del hurgar solitario casi como de un exorcismo.
Esto es lo que encontré, en las entradas de los distintos días (y perdonen la largura):
Diarios, John Cheever:
"La obstinada melancolía de este domingo lluvioso".
"La excitación del otoño está presente en el aire fresco y húmedo".
"Estos días de primavera verdes, fragantes y cavernosos. Olor a pescado y lombrices; el agua, fría".
"Ayer, frío y lluvioso. Un día oscuro, una casa en sombras, las preocupaciones exacerbadas".
"Qué día tan hermoso, que día tan bello. Es uno de esos días en que uno se siente contento de estar vivo, dijo la criada".
"La luz de la mañana me conmueve, es nada menos que la diferencia entre la cordura y el horror".
"A las siete, el cielo está teñido de oro y rosa. Relámpagos, truenos, lluvia torrencial. Me falta la risa de la vida".
La Novela luminosa, Mario Levrero.
"La lluvia absorbente se transformó en una llovizna miserable y el aire fresco dejó de correr y ya está adquiriendo nuevamente la consistencia de una esponja pringosa".
"El cambio de clima repentino me provocó los malestares de siempre, especialmente una suerte de distracción extrema y una lentitud pavorosa".
"JA JA JA.
¡He derrotado el verano! Tengo aire acondicionado. Lo festejo con medio vaso de vino. Estoy borracho".
"La tormenta de ayer me afectó mucho, quiero decir, las horas previas a que estallara la tormenta".
"Sigo muy haragán. Muy perturbado por el verano y el carnaval".
"Un sábado horrible. Tiempo cargado, me levanto con las vértebras pegadas y el cuerpo dolorido".
Cuadernos de un escritor, William Somerset Maugham
"Encima de los árboles, enmarañadas entre sus ramas desnudas, flotaban las tenues nubes negras como harapos de un amplio manto desgarrado".
"El bosque de pinos está frío y silencioso como amoldado a mi humor".
"Después de la tempestad, el cielo, barrido por el viento aullante, tenía la horrible inhumanidad de la justicia".
"La feliz lluvia de abril. La noche paciente".
"El viento, siniestro y fantasmal, se precipita como un animal ciego sobre las grandes ramas sin hojas".
"El suntuoso oro de la tarde de verano".
El oficio de vivir, Cesare Pavese
"Es de una desolación tonificante, como una mañana invernal, padecer una injusticia".
"La vejez o madurez desciende también sobre el mundo exterior. La rígida y transparente noche invernal".
"Viene la primavera, y yo, desde hace demasiado tiempo, me siento indiferente. El cielo límpido, las brisas nuevas y los perfumes ebrios de juventud no hacen más que velar mi desconsuelo".
"He empezado la cadencia del sufrimiento. Hoy por la tarde, al oscurecer, corazón oprimido hasta la noche".
Diario Argentino, Witold Gombrowicz
"Viento, viento y viento. Por la mañana se hinca en mi despertar el ruido de los árboles".
"El océano brilla, verde y blanco, salta, salino, con estruendo, en las orillas rocosas".
"Infatigable, el viento".
"¿Cuándo terminará este torbellino, esta violencia, esta demencia de hojas, esta desesperación de las ramas?"
"Cesó la tormenta. Truenos, viento, lluvia, resplandor... todo terminó. Silencio".
Diarios, Ángel Rama
"Es sábado, llueve, deambulo por la casa reuniendo papeles".
"Nevó todo el día. Es domingo y Georgetown es un barrio muerto".
"El día está gris. Ha comenzado a nevar y el viento arrastra la nevisca y la dispersa. Las torres altas se recortan negras sobre el cielo. Todo dice soledad".
"En casa, apaciblemente los dos. En nuestra linda casa llena de plantas, cuadros, libros y música de Vivaldi, bajo el sol que entra por sus ventanitas y los árboles que a través de ellas se ven reverdecidos".
"Hoy ha concluido la serie de días fríos y lluviosos, los cielos comienzan a despejar, la temperatura a subir y las azaleas y glicinas han florecido repentinamente".
Paseo con Robert Walser, Carl Seelig
"Cielo lluvioso y gris como capa de plomo".
"un día de primavera de un azul aromático, como en el poema de Morike".
"Mañana invernal, sin nubes. Un frío constante".
"Una mañana turbia de lluvia, que hacia las 12 se parece más a la noche que al día".
Diarios, Kafka
"En medio de un frío desesperante, el rostro transformado e incomprensible de los demás".
"Hermoso día, soleado, cálido. Color en la sangre".
"Así se me va el domingo. Tranquilo, lluvioso".