29.11.10

Balance 2010 I


Fue un año de poca televisión para mí. Pero como dice Daniel Molina en su nota en la pasada Ñ, "a la televisión ya no se la mira, se la lee en los medios, se la oye en la radio, se la comenta en el trabajo, se la discute en Twitter y hasta se la puede ver en YouTube".
Así las cosas, podemos no haber visto ni un solo programa de Showmatch, y sin embargo saber de qué se habla cuando se habla del aqucadance.
La televisión, ese objeto radioactivo, dice Molina.
La televisión, que dejó de ser pura imagen para transformarse en puro discurso, insiste.

Por eso, porque no pude escapar de la radioactividad al aire libre ni de la gramática alrededor, acá van los mejores y los peores programas de este año.

Los Mejores:

1) Clase turista. El mundo según los argentinos: me resulta fascinante recorrer ciudades los martes o miércoles a las 23,30, ya un poco dormida de tanto esperar. Además de la belleza de lo que se ve, el armado de cada programa es impecable, desde la edición hasta el acierto en la elección de los argentinos que narran la ciudad. Me quedé con ganas, muchas ganas, ¡de viajar a Berlín!
2) Para vestir santos: una vez digerido el lenguaje y tanta disfuncionalidad familiar, me enganché con la historia de estas cuatro hermanas y sus derroteros amorosos. Javier Dualte las dirige, y eso se nota. Me enamoré del plano de la casa en heroica decadencia, de Rafa Ferro, de Fernán Mirás, pero sobre todo, de los musicales que me sorprendieron en cada capítulo: una delicia.

3) Pura química: de tanto en tanto, Mex Urtizberea y equipo me hacen reír y me acompañaron en almuerzos tardíos mejor que Mirta Legrand. Un programa libre de chicanas, de chismes, de mala onda. Un diez.

4) Programas que engancho en caprichosos zappings, como aquel de Lalo Mir entrevistando músicos en un estudio.

5) Canal Gourmet me relaja como ningún otro. Eso de revolver y revolver pastiches, picar, mezclar y cortar me hipnotiza como un mantra zen.

Los peores (con ganas, con fuerza):

1) Todos los programas de chimentos, es decir, casi toda la televisión. Ya lo dije –y me repito–, me mata ver a hombres de traje y corbata chusmeando como vecinas aburridas de barrio. Les quita hombría, los convierte en señoras con ruleros y batón. Tampoco me gustan ellas, ni la exótica colorada ni la angelical de RSM. ¿Qué sentirán en la soledad de sus noches: "Qué buen programa hago..."? Eso es lo terrible, estoy segura de que no.

2) Bailando por un sueño: desagradable de principio a fin. No sólo por lo que es sino por lo que dice que es.

Hay un guion, hay una orden que no se ve: a ver, vos, ahora decí algo horrible de X o de Y. Y se tira leña al fuego porque lo mucho es poco, siempre se quiere más. ¿Se puede ser tan irresponsable? Insisto con mi creencia de que hay un sector de infierno del Dante reservado para Tinelli.

3) Crónica y Anabela Ascar. Porque hay que ser muy mala persona para reírse en la cara de los lúmpenes, de los diferentes, de los desquiciados, de los freaks.

Sobre 678: ni lo mejor ni lo peor, pero, sin dudas, dio qué hablar.

Un programa muy bien armado, sobre una original, para contrarrestar la mirada hegemónica, como dicen ahí. Pero suelo quedarme con la boca abierta y la mandíbula trabada cuando veo que hacen lo mismo que tanto critican. Repiten cada informe hasta el hartazgo, subrayan palabras con dramáticos ecos. Las músicas de fondo refuerzan sensaciones casi tanto como la música de película de terror acrecienta el miedo en las noticias policiales de TN. Ambos buscan manejarnos a través de la emoción, y a los dos se les nota el revés de la trama. La desfachatez, la transparencia de la intención, el machaque. "Con la edición se construye relato", le critica 678 a TN, pero es con la pura edición con la que construyen el contrarrelato. En dos palabras: Distinta vara sale con fritas, de un lado o del otro de esta Argentina partida en dos. Yo elijo mirar con mirada propia, rescatar lo bueno y pronunciar lo malo de aquí y de allá.

¿Me olvido de algo? Ayúdenme...



22.11.10

La mañana que no fue

La mañana es perfecta y mi necesidad de silencio me lleva hasta el río, hasta aquel bar con su sombra para mí.
No hay nadie: me siento y llena de gozo pido un cortado.
El reflejo del sol en el río a esta hora del día me reconforta, me hace pensar en lo bella que es la vida. Saco de mi cartera cuaderno y birome justo en el momento en que dos hombres de alrededor de 60 años eligen, por suerte, una mesa alejada de la mía. Todo encaja con mi deseo de hoy hasta que los dos hombres empiezan a conversar. ¿Es que acaso pensé que permanecerían en silencio? Hablan del campo, de sequías pasadas y de hectáreas fértiles. Uno, el que menos habla, tiene una traqueotomía o algo así, un decir metálico y amplificado, con un eco extraño que perturba mi mañana. Pobre, pero lo odio. Por qué no se calla, pienso. Tosen. Los dos tosen. Pero el de la voz de metal tiene carraspera, flemas que imagino verdes y viscosas.
Un pájaro les revolotea alrededor; hago fuerza para que los perturbe de tal modo que tengan que interrumpir su diálogo. Ahora uno tose con fuerza, deja los pulmones en el aire. La mañana limpia, luminosa, se espesa, se convierte en plomo, se carga de esputos, de rabia, de culpa. Porque me da culpa sentir lo que siento: que no los aguanto, que los quiero lejos, donde no pueda adivinar sus voces ni la consistencia de cada expectoración.
Ahora hablan de un amigo. Un "chupandinga", dicen. No bajan el tono de sus voces, gritan y tosen; tosen y gritan.
Me quiero ir.
Me voy. Con mi culpa y mi necesidad de silencio a cuestas. Qué mala que soy.

19.11.10

Viernes de Cuestionario 12 (los va a sorprender)


Leonor Benedetto*

1) ¿En qué se parece la vida a la que vemos por la tele?
La tele intenta copiar la vida, pero lo sale muy mal.

2) ¿En qué le duele gastar plata?
En nada. Si compro un objeto bello o un regalo para alguien, no siento que sea algo superfluo. Me lo merezco.

3) Cuando se enoja, ¿grita o enmudece?
Sigo hablando con mi voz, a la cual le van mejor los tonos bajos.

4) ¿Prefiere dar consejos sentimentales o financieros?
Prefiero no dar consejos. Pero tengo más clientela en el consultorio sentimental.

Mis respuestas:

1) En casi nada. En la vida real nadie anda escuchando tras las puertas justo en el momento en el que uno devela el gran secreto (secreto que nadie se anima a develar a los gritos y con todas la letras).

2) Uf, en muchas cosas: caños rotos, humedades, termotanques picados, pisos levantados, revoques, tejas rotas, cosas para el auto, remedios, bombitas de luz, Off, virulanas y pomadas.

3) No grito, porque no tengo voz. Más bien enmudezco y mato con la mirada.

4) Para los financieros son un desastre, me sale decir ¡gastá! al que no gasta y ¡no gastes! al que gasta.

¿Ustedes?

* Ya no tengo más cuestionarios a escritores. No encuentro, ni en casa ni en la web. Así que: es lo que hay, Leonor Benedetto o nada.
* Foto del jacarandá de mi cuadra.

¡Buen fin de semana!

16.11.10

Milonga de pelo largo

Ayer fue mi cumpleaños y mi madre –siempre mi madre–, cayó con dos regalitos. Un farol decorativo de intensísimo color y un recorte del diario: "Mujer madura... y de pelo largo". Ay, es que lo leí y pensé en vos, dijo, divertida.

Resulta que la autora de la nota cuenta lo mismo que cuento yo cada vez que debo defenderme de ser lo que soy: una mujer madura y de pelo largo. Fueron su madre y la mía las culpables de semejante desatino. Nuestros pelos largos son casi una proclama, una rotunda vendetta frente a ese corte tipo paje al que fuimos sometidas durante los dulces e inseguros años de la infancia.

Bueno, pero tus hermanas lo tienen mucho más corto, insistía la vieja (la mía), yo que vos me lo cortaba un poco.
Ufa. Tres veces ufa. Porque si se anima a decirme esto el día de mi cumpleaños, es que ha habido conciliábulo sobre el tema. ¿Será posible que todas mis hermanas hayan decido que listo, que ya está, que basta?

La realidad es que las opiniones están divididas, algunas me dicen cortate un poco, pero otras retrucan con un enfático ¡no, no te lo cortes!
Confieso que lo mismo me pasa a mí, estoy entre el que si y que no, pero los años pasan y con suerte me animo apenas con unos centímetros.

Supongo que cuando llegue el momento me haré un rodete o luciré, como le prometí un día a una de mis hijas, una larga trenza blanca.
Pero jamás volveré a aquel vergonzoso corte a lo Cristóbal Colón.

10.11.10

Discutamos


Hoy la discusión está de moda.
Por suerte, entre tanto ajetreo podemos discutir -también- cosas tan simpáticas como el uso de la i griega o manifestar con vehemencia nuestro rechazo a la nueva denominación de nuestra v corta.

Victoria está furiosa. ¿Cómo van a cambiar la primera letra de mi nombre? Yo quiero la v corta, no puedo decir: "uve". Y ahí se planta, muy segura. Yo la llamo a la calma: pensá en la pobre Florencia de la V, que empezó siendo Flor de la Vega y termina en Flor de la Uve". Pero no, Victoria no tiene consuelo.

Javier Marías eleva un estandarte caprichoso: Voy a seguir escribiendo como me apetezca, qué tanto. Y rechaza la nueva escritura de la palabra guion, que ya no se escribirá con tilde. Que no, que no, no y no, insiste Marías, que él seguirá escribiendo guión y truhán con tilde. Que para él es así como suenan.

Hay más cambios.
Tomen nota:

Se suprimen las letras ch y ll. Ya no se las considera letras, sino dígrafos (signos ortográficos) que expresan un sonido.
La i griega (y), será ye, cosa que tan mal les viene a los porteños.

La escritora Matilde Sánchez dice estar des-con-so-la-da, pues, según ella, nos han jubilado la letra más elegante y le han quitado exotismo al último tramo del abecedario. "equis, i griega, zeta" no suena igual que "equis, ye (¿she?) zeta".

Pero lo peor aún no lo dije.

Lo que más nos angustia, lo que nos tiene a mal traer. ¡¡Nooo!!, no me quiten mi "sólo", chilla una amiga por ahí. Y la razón que tiene, debo decir. Resulta que ya no habrá que detenerse (y divertirse) a pensar en qué caso "solo" llevará tilde. Unifiquemos: sin tilde, siempre, dice la Academia. Ufa, ufa y ufa. Se nos acabó la diversión.
Hay rezongos: ¿y los casos ambiguos? ¿eh? ¿¿eh?? Ahí está el contexto para resolverlo, se nos dice. Pero nuestro "ufa" sigue en pie. Uso adverbial o valor adjetivo: resuélvalo usted mismo.

Hay más:

El prefijo ex deberá ir siempre unido a la palabra que precede. Siempre.

Iraq pasa a ser Irak y Qatar, Catar.

La conjunción "o" deja de lado el tilde cuando aparece entre dos cifras, pues ya nadie escribe a mano, y en los teclados, la letra o es más pequeña que cualquier número.

Me voy a trabajar con mis amigos correctores. Seguramente, entre cafecitos y cortados, discutiremos, acalorados, sobre estos nuevos usos,
Yo, feliz. Mejor que hablar del Presupuesto 2011.

8.11.10

Más libros tristes


Empiezan las noches de verano, lo mejor de nuestra casa.

El viernes, cerca de las 8, las calles de Palermo se veían esplendorosas. Apenas si las caminamos, porque íbamos muy decididas al encuentro del autor de Candy, en Eterna Cadencia.

Ahí nomás, casi en la entrada, estaba Luis Corbacho, esmirriado, tímido, un tanto nervioso. Es que se había enterado de que Jaime Bayly no lo ayudaría a comandar la presentación. Confieso que yo lamenté la ausencia tanto como Luis, el escritor, pero el lamento voló por los aires en la preciosa terraza de Eterna Cadencia. Allí, cerca del cielo y copita de tinto en mano, nos sentamos a esperar que empezara la función.

Habíamos leído Candy, habíamos llorado en cada página, habíamos intercambiado nuestros pareceres: que qué bien escribe, que qué duro lo que cuenta, que cómo la familia se bancó el libro abierto. Y de eso se habló en la presentación. El escritor, de prepo, confesó su incomodidad y su timidez con una gracia única. De golpe, todos fuimos uno con él: con su dolor, con su desgarro, con su pena. Otro Luis, Luis Mey, autor de Las garras del niño inútil, celebró con nosotros cada palabra escrita.

Entre el público, Fernando Pérez Morales, dueño de la Boutique del Libro de San Isidro y mi librero desde hace años, se sumó a la celebración y contagió, como siempre lo hace, el entusiasmo: Corbacho y Mey, dos autores que habrá que leer.
En eso estoy. Muerta de pena.
Ya les contaré en otro post.

5.11.10

Viernes de Cuestionario 10


Abelardo Castillo:

1) ¿Qué es lo que más admira en sus amigos?
Que sean mis amigos y que casi siempre se detesten entre sí.

2) ¿En qué país le gustaría vivir?
En éste. Sólo le haría unas mejoras.

3) ¿Cuál es su color favorito?
El azul.

4) ¿Cuál es su flor favorita?
La rosa.

Opcional:

5) ¿Cuál es su lema?
"Si lo das todo, menos la vida, has de saber que no diste nada." Lo escribió Ibsen. Yo sospecho que lo profundizó Jesús.

Mis respuestas:

1) la generosidad, el aguante, que estén ahí.
2) En éste, siempre.
3) el verde en todos sus matices: limón, esmeralda, inglés, seco, aceituna, etc.
4) La rosa, por Borges, por Silesius: "la rosa es sin porqué, florece porque florece".
5) eh... "Si al hablar no has de agradar, será mejor callar"... ¿lo dijo Petete? ¿el topo Gigio? No me acuerdo.

3.11.10

Lenguaje corporal


Hay personas que son, aun mudas, un puro lenguaje a la intemperie.

No necesitan de las palabras para comunicar lo que les pasa. Si tienen frío, simulan un tiritar intenso y se abrigan con sus propios brazos. Si es el hambre lo que los aqueja, se meten casi dentro de la heladera: cuanto más adentro, más hambre.
Uno puede darse cuenta cuan a gusto se encuentran conversando con Juan o con Pedro, con Ana o con María. Hay algo ahí que los traduce: la rigidez de la columna, el aleteo de las fosas nasales, un resoplido apenas disimulado.

Observar el modo en que ven televisión es todo un espectáculo; un rictus severísmo los delata si desde la pantalla algo los perturba. Se sabe entonces que vendrá el zapping, así, drástico como una queja. Al rato, es probable que una media sonrisa se les instale en plena cara, señal de que ese oficio, finalmente, sí les agrada.

Son hombres y mujeres transparentes, más allá de las palabras. No hay tu tía, lo que se ve es lo que es, lo que hay, lo que está siendo. ¡Y yo los quiero!