
Los que hayan leído del comentarios de Janfi en el post anterior sabrán de lo que hablo.
Que un abogado hecho y derecho, que lee a Deleuze y a Platón sepa vida y obra de la doctora Rímolo o esté al tanto de los avatares de Silvia Süller, habla no sólo de... ¡¡su conocimiento de mundo!!, sino también de su coraje para contarlo.
Hace unos días, una amiga, en medio de una conversación de café, cazó al vuelo el nombre de Catherine Fulop y preguntó quién era. ¿Cómo quién es?, ¿cómo quién es?, la sopapeamos, incrédulos, los otros: ¡la mujer del Ova! Es que no veo tele no es una respuesta, seguimos. Está en los carteles de la calle, en los diarios, en el habla cotidiana, en el aire mismo, ¡en la avenida Lugones! como la agotadora Nazarena Vélez o la hermosísima Araceli. Sólo con anteojeras o encapsulada en el propio mundo es posible quedar fuera de este saber popular que, por otra parte, no le quita espacio a lo aprendido de Nietzcsche o de Kierkegaard. ¿O sí?