
Hace unos días que ando mortificada porque me siento la peor de las correctoras. No es novedad, ustedes ya lo saben. Pero resulta que esta vez mis deslices me afectaron demasiado, tanto, que pensé en renunciar.
No es corrector el que quiere sino el que puede, decía una profesora en la Fundación Litterae. Y sospecho que tiene razón. Creo que soy buena detectando problemas de normativa, quiebres en la sintaxis, asuntos de concordancia, oscuridades o entreveros en un párrafo, y creo que por eso me quieren mis clientes.
Pero soy malísima con las erratas y tengo, aunque pensaba que no, algunos problemas con la ortografía. Me pasó el viernes en el blog de koba: escribí persecusiones, así, con s, en lugar de persecuciones, como debe ser. Claro que no es grave: he ahí el problema. ¿Si no me parece tan grave, cómo pensar que mi obsesión se pondrá en marcha para detectar estas heridas en las páginas?
Por eso, respiré aliviada cuando ayer, después de votar, me puse a buscar el libro de José Ingenieros para rescatar aquella idea de la imaginación y los ideales, pero me entretuve en el camino de la búsqueda y di con este libro, que creí haber olvidado: Cómo corregir sin ofender, de Pablo Valle.
Abro al azar y me encuentro con esto:
"No son pocos los correctores que se sienten acomplejados porque en la lectura de pruebas se les "han escapado" algunas erratas. En algunos casos, esto ha sido causa de que más de uno abandonase una profesión que en principio les gustaba pero para las que creía no poseer cualidades. La errata es una constante en la vida de un corrector, y la justificación de su profesión. Indefectiblemente, la errata se escapará, se escabullirá como un gazapo, y cuando menos se piense saldrá a la vista". (José Martínez de Sousa): ¡Uf! ¡qué alivio!
A pesar de todo, me propongo, otra vez más, teclear más despacio, no dejar que mis dedos vuelen veloces sobre el teclado y revisar antes de apretar el: subir comentario.
De regalo, otro extracto del libro de Valle:
Leyes de Murphy para correctores:
* Un corrector encuentra todos los errores de un libro publicado que él no ha corregido.
* Si uno ha leído varias veces una página y decide no leerla una vez más, en esa página habrá un error.
* Los errores aparecen en las palabras más fáciles.
* Cuanto más veces seguidas lee uno una página, menos atención le presta. Si se la lee una sola vez, no será suficiente.
* Una página sin ningún error es sospechosa.
* Si uno consulta un diccionario de dudas, no encontrará su duda.
* No hay páginas sin errores. Hay páginas cuyos errores aún no han sido descubiertos.
* Si uno juega una apuesta sobre "cómo se escribe" tal o cual cosa, perderá. Si no la juega, descubrirá tarde o temprano que tenía razón.
Por eso, respiré aliviada cuando ayer, después de votar, me puse a buscar el libro de José Ingenieros para rescatar aquella idea de la imaginación y los ideales, pero me entretuve en el camino de la búsqueda y di con este libro, que creí haber olvidado: Cómo corregir sin ofender, de Pablo Valle.
Abro al azar y me encuentro con esto:
"No son pocos los correctores que se sienten acomplejados porque en la lectura de pruebas se les "han escapado" algunas erratas. En algunos casos, esto ha sido causa de que más de uno abandonase una profesión que en principio les gustaba pero para las que creía no poseer cualidades. La errata es una constante en la vida de un corrector, y la justificación de su profesión. Indefectiblemente, la errata se escapará, se escabullirá como un gazapo, y cuando menos se piense saldrá a la vista". (José Martínez de Sousa): ¡Uf! ¡qué alivio!
A pesar de todo, me propongo, otra vez más, teclear más despacio, no dejar que mis dedos vuelen veloces sobre el teclado y revisar antes de apretar el: subir comentario.
De regalo, otro extracto del libro de Valle:
Leyes de Murphy para correctores:
* Un corrector encuentra todos los errores de un libro publicado que él no ha corregido.
* Si uno ha leído varias veces una página y decide no leerla una vez más, en esa página habrá un error.
* Los errores aparecen en las palabras más fáciles.
* Cuanto más veces seguidas lee uno una página, menos atención le presta. Si se la lee una sola vez, no será suficiente.
* Una página sin ningún error es sospechosa.
* Si uno consulta un diccionario de dudas, no encontrará su duda.
* No hay páginas sin errores. Hay páginas cuyos errores aún no han sido descubiertos.
* Si uno juega una apuesta sobre "cómo se escribe" tal o cual cosa, perderá. Si no la juega, descubrirá tarde o temprano que tenía razón.