Gestos II

Lee el diario: hay asco en su expresión, como si oliera a podrido.

Alguien se para en una esquina: gira la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro, mira su reloj, resopla y vuelve a repetir la secuencia, desde el giro a la derecha.

Cuenta los billetes del vuelto que acaban de darle, no se va hasta comprobar que se ha hecho justicia.

Alguien que descubre el impacto de una nueva palabra y la usa sin ton ni son.

El lenguaje corporal lo delata; se lee en su cuerpo como se lee en un libro: exclama, duda, desconfía, asiente.

No quiere escuchar más, entonces cierra los ojos.

Una anciana que habla con su perro en clave filial.

Quiere intervenir en el debate, pero no logra pronunciar más de una sílaba. Cuando se hace silencio, ya no sabe qué decir.

Se refiere a él por el apodo más íntimo, quiere demostrar que es un gran amigo.

Mientras argumenta en rueda de amigos, busca con la mirada la aprobación de un otro. No lo mira, lo saltea con disimulo y detiene su mirada en otros ojos, no en los de él.

Se acomoda frente a la chimenea e inicia el rito de la guitarra, el mate y cigarrillos... como si no necesitara nada más.

Picotea con desgano de su plato, porque le gusta más el de al lado.

Participa desde afuera, solo reacciona cuando escucha su nombre, entonces pregunta qué pasa.

Dos jóvenes sin conciencia del mal, pasan al lado de una mujer gorda y se ríen sin disimulo.

Cada vez que alguien dice "esta cosa de", sentir como un arañazo sobre un pizarrón gastado y seco.

Cuatro mujeres que hablan sin pausa. Enmudecen, de golpe, frente a una copa de chocolate, merengue y helado.

Un linyera, sucio de tanta calle, zigzaguea por el camino de piedras. Unos lo esquivan con miedo; otros, como si nada.

Quiere cantar fuerte, como no sabe la letra, inventa vocales y se olvida de la consonantes.

Él le dice, porque la ama:
- Qué linda estás...
Ella le contesta, porque se ama:
- Ay, sí, todos me lo dicen...