29.6.07

Sobre la melancolía


Buceo en mis múltiples lecturas y recuerdo las primeras líneas de Alta Fidelidad, aquellas donde Nick Hornby dice algo así como: "no sé si escucho está música porque soy así, o si soy así porque escucho esta música".
Empiezo por el principio de todas las cosas, y una vez más me pregunto si soy, a veces, este enjambre de melancolía y temblor porque buceé entre páginas de escritores desasosegados, o porque me empantané entre sus pesares, soy esto que soy. Yo no lo sé.
Sí sé que —no me animo a decir: mi vida, claro que no— mi ser más íntimo fue tocado y modificado por infinidad de párrafos, ideas, resonancias que nunca creo recordar, pero que están ahí, sedimentando en algún lugar sospechosamente melancólico.
Es hora de pensar cómo nombrar aquello que no siempre tiene una palabra. Qué nombro cuando digo la palabra melancolía, por ejemplo. ¿El decir de Clarice Lispector que siente que ha perdido algo, sin saber cuándo ni dónde?
Alejandra Pizarnik escribió esto para mí: el interior del melancólico es un espacio de color de luto y un ritmo trastocado; el melancólico tiene dentro una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto; muy pocas veces su ritmo no solo llega a acordarse con el del mundo, sino que lo sobrepasa desmesuradamente. Y es de esa desmesura de la que quiero hablar, porque es lo que me alimenta y da sentido a todo.
Digo entonces yo:
La melancolía es pasearse por entre las góndolas del supermercado, al compás risueño de los versos de Juan Ramón Jiménez:… "y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando…”.
Dice Alejandro, mi amigo bloggero: "A ese nostálgico que siempre necesita o llora aquel paraíso perdido, Daney opone, por contraposición, cierta movilidad "hacia adelante” del melancólico. Es también un reinterpretación mía de ese concepto. Es una idea no paralizante de la melancolía, una idea flanneur que me agrada y me parece simpática y portátil: no hay paraíso a recuperar, pero la esperanza de un pequeño paraíso ( terrenal para mí) aguarda en la acción, en el ir hacia. Aunque se sepa que no se llega nunca".



Ni muy, muy...







Ni tan, tan...

Diálogos

En el gimnasio:

- Hay distintas interpretaciones de LOST...
- ¿Lot? ¿Qué es Lot?
- No: L O S T, L O S T (¿¿esta mina está jodiendo??)
- ¡Ah! ¿Loooost? ¿Y qué es eso?
- ¿No sabés? ( ¿¿vive en otro planeta? ¿¿no tiene tele, radio?? ¿no mira la sección Espectáculos? ¿¿¿no tiene amigos adictos a Lost???).
- Ay, no, ni idea... ¿y de qué se trata?
- ... (que le conteste otro, ¡yo no le pienso explicar!).

28.6.07

En tela de juicio

La frase que dice: "ya vas a ver lo que es bueno", no anuncia nada bueno.

26.6.07

Esperando una revelación


"Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida. Siempre pensé que las edades son todas crueles, y que se compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras. ¿De qué me sirvió pensar de este modo? Espero una revelación. ¿Por qué será que un árbol embellece envejeciendo? Y un hombre espera redimirse sólo con los despojos de la juventud. Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios. La vejez es un disfraz con aditamentos inútiles. Si los viejos parecen disfrazados, los niños también. Esas edades carecen de naturalidad. Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo, como un árbol o como una piedra preciosa. Soñaba con ser vieja para tener tiempo para muchas cosas. No quería ser joven, porque perdía el tiempo en amar solamente. Ahora pierdo más tiempo que nunca en amar, porque todo lo que hago lo hago doblemente".
Los retratos apócrifos, Silvina Ocampo.

"Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo". Gracias, Silvina.
No se sabe ser viejo, como no se sabe estar enfermo.
Me pregunto si conozco a alguien que sepa envejecer. Aparecen, uno a uno, varios que simulan haber aprendido, aunque hasta hace poco me bastaba con mirarlos para decirme a mí misma: no les creo, veo sólo los disfraces.
Hoy voy, día a día, construyendo una esperanza. Quizás la revelación llegue una vez instalados en la propia vejez, no en la del otro.
Ya está. De esto se trata.
Para los que estamos en el número... ¿cinco? de la rayuela no nos queda otra que detener el juego por un instante, volver a recorrer el camino desde el punto de salida y encarar la llegada a destino saboreando cada paso y cada salto hacia el número seis, hacia el siete, hacia el ocho y, ¿con suerte?, hacia el nueve.

25.6.07


Ni muy, muy...










Ni tan, tan.