30.6.08

¿Qué opinión le merece...?

En tela de juicio:

"Todas las opiniones son válidas".

Hay opiniones que entran a rodar y a rodar hasta convertirse en un lugar común, como es, justamente, el decir que todas las opiniones son válidas o respetables.
No lo son todas, de ninguna manera.
Hay opiniones sabias, constructivas, inteligentes; y otras, banales, tramposas, oportunistas, insustanciales.
Así, tendrá más peso el juicio de un cinéfilo sobre la efectividad de un plano secuencia que la de aquel que va al cine cada dos años. Un director de orquesta podrá cuestionar la acústica de un teatro con mejores argumentos que las de un economista, y la opinión de un Nelson Mandela sobre procesos de pacificación será mucho más respetable que la de Marcelo Polino y sus intentos por restablecer los vínculos después de una disputa entre dos vedettes.
No todos sabemos de todo, a pesar de nuestra argentinidad pretenciosa.
Ni el jugador de fútbol ni el político o el cantante, como tampoco el hombre común, al que de prepo y en plena calle se le ponen un micrófono y debe decir en cinco minutos, sin repetir y sin soplar, qué opina de las retenciones, la nueva Ley de Unión civil o la contaminación de las papeleras.
Por supuesto que no se trata de callar a nadie. Que cada cual diga lo que quiera, pero h
ay opciones: como la de mantenernos en silencio, antes de decir por decir, y correr el riesgo de quedar empantanados en nuestras propias palabras.

27.6.08

Buen fin de semana

" ...y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren
tu mal y tu bien, tu pan y tu vino,
tu pecado, tu Dios tu asesino,
o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea".
Joaquín Sabina

26.6.08

Una lectura íntima

Casi las tres de la mañana.
Acabo de terminar de leer Diario, de Ángel Rama*. Podría escribir y escribir acerca de lo que he leído y subrayado: cada tema se desplegaría hasta el infinito. Elijo, entonces, escribir apenas este recordatorio, como testimonio de una lectura íntima.

Dicen que los que lo conocieron, difícilmente puedan reconocerlo en estas páginas. Porque ese hombre, puro empuje y garra, naufraga en las páginas de su Diario, busca refugio, se confiesa, y es en esa intimidad, sumada a lo estrictamente cotidiano, donde está la clave de su ser profundo, libre de máscaras, libre de antídotos contra la angustia de cada día.
Hay algo profundamente conmovedor en su escritura.

Se lee como se lee una experiencia de la soledad. Y como toda soledad que va y que viene, Rama abandona estás páginas sin decir adiós, para retomar la escritura, sin saber porqué.
Es el lector –es decir yo– , el que descubre las heridas secretas y las incomodidades del espíritu, no ya de un solo hombre, sino de todos los hombres, desnudos y solos, humildes, sin respuestas, puestos en el exacto punto cero.

Quizás, lo que uno subraya en una página sea aquello que más lo identifica. Así, quedan en mi libro párrafos y párrafos pintados de azul en los que Rama deja constancia de su propio ensoñadero.
Como bálsamo para sus heridas, construye epopeyas triunfantes con él como héroe valiente, sostiene diálogos imaginarios, inventa preguntas, ensaya respuestas a las que corrige una y otra vez, fantasea con historias compensatorias, construye felicidad para las personas que ama.

Entre tanta desmesura interior, va también dando cuenta de su vida como intelectual, de sus viajes, cursos, investigaciones, trabajos. Y como distensión, o a modo de paréntesis entre pena y pena, Rama relata cada encuentro con Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Onetti, Eloy Martínez, Noé Jitrik, Monsiaváís, además de contar algún chisme (muy propio de estos diarios, por cierto) sobre la argentina Beatriz Guido, el uruguayo Rodríguez Monegal, Reinaldo Arenas y otros escritores cubanos.
*Crítico uruguayo que trató de entender, a través de los productos de la cultura, el mundo de su tiempo. Docente, ensayista, editor, conferencista, investigador.
Rama estaba dictando cursos en Venezuela, cuando lo sorprendió el Golpe de Estado de 1972. Allí empezó su exilio, que terminó con su muerte, en 1983, a los 58 años.

24.6.08

¿Sos zurda?

¿Sos zurda? Me preguntan cada vez que exhibo mi zurdera. Soy tan zurda que siempre pongo los cubiertos al revés; tan, pero tan zurda, que mis hijas aprendieron a tejer como yo y ellos, a comer como yo: como perfectos zurdos.
Si hay que doblar, doblo a la izquierda; si hay que elegir para donde mirar, mi ojos se desvían para un único costado.
Mi mano diestra es una pura inutilidad.
Duermo sobre mi lado izquierdo, y mi bícep derecho es más blando que el contrario. Sin una tijera especial no puedo cortar, pelo papas con cuchillo, y a medida que escribo, borroneo la tinta con el dorso de la mano. La palanca de cambios de los autos me es esquiva, las hebillas en el pelo me quedan al revés.
Como estar en un mundo al que no termino de pertenecer.
Como si tuviera una sola mano.
Como llevar una marca distintiva.

23.6.08

Programas políticos

Nunca vimos tantos programas políticos como estos tres meses.
¿Hay para todos los gustos? No lo creo, porque no doy con el que se ajuste a mi gusto. (Aclaro que como el control remoto es patrimonio de los varones de esta casa, no me queda otra que seguir un zapping caprichoso).
Los domingos es un día caliente. Grondona se toma su tiempo para abrir y cerrar cada programa y deja hablar a sus invitados, pero su estilo y su pensamiento me dejan afuera. En medio de un debate y sin aviso previo, de golpe me encuentro frente a La Cornisa: todos hablan al mismo tiempo, la cámara se mueve, Majul resopla, interrumpe, levanta la voz, corre más rápido que el tiempo. No nos gusta, volvemos a Grondona. Al rato, después de un café o una vuelta de algo dulce, llega Tres Poderes. Maximiliano Montenegro nos pone nerviosos, a Gerardo Rozin le tenemos cierta desconfianza (y a mí me entran ganas de emprolijarle la barbita), decidimos que el mejor es Reynaldo Sietecase. Pero nuestro veredicto es contundente: demasiados conductores para tan poco programa.
Morales Solá, decididamente, no se luce en la pantalla, prefiero leerlo. A dos voces: lo vemos cuando las papas queman, porque lo que sucedió en el día se reproduce ahí pero ni Sylvestre ni Bonelli son santos de mi devoción. Nelson Castro, en épocas de turbulencia, mete miedo con su rostro trágico, y dice sin pelos en la lengua lo que tiene ganas de decir. Palabras + Palabras - es el último descubrimiento, la producción arriesga, y a los periodistas Marcelo Zlotogwiazda y Ernesto Tenembaun se los ve sinceros, apasionados, confundidos, asustados; quizás por eso me gustan: compartimos la zozobra.

¿Me estoy perdiendo alguno?

20.6.08

Buen fin de semana

"... me quedé dormido, pero como siempre, soñando que estaba despierto. Estoy despierto y aprovecho para hacer ejercicios de relajación y pensar en algunas cosas, y cuando estoy en lo mejor oigo la voz de Chl: "estás roncando". Esto se repite tres o cuatro veces a lo largo de la noche. Chl no durmió en absoluto. Yo nunca logré profundizar el sueño, porque empezaba a roncar y ahí Chl me despertaba. Yo hacía todos los esfuerzos del mundo para no roncar, me acomodaba en una posición que dejara pasar el aire con mayor facilidad por la nariz y me repetía varías veces no roncaré hasta que volvía a enterarme de que roncaba. Así se hicieron las siete de la mañana. Chl se levantó y se fue. Ahora que podía roncar a gusto todo lo que quisiera, el hambre no me dejó dormir. Me levanté yo también...".
La novela luminosa, Mario Levrero.

18.6.08

Perdón por la catarsis

Ayer habló la Presidenta.
Después de cierto alivio, me cayó el cansancio de tanta tensión. Días y días leyendo los diarios, mirando noticieros, atenta siempre a los dimes y diretes de los unos y los otros. Me fui a dormir, pero la inquietud de los últimos tiempos remolinaba en mi cabeza. Entre tantos delirios insomnes, de repente, sorprendida, me encontré pensando esto:

Si yo fuera Cristina:
1) Llamaría a las cosas por su nombre: no es un "estanciero" el que corta las rutas. Será un chacarero, un productor, un hombre de campo, un ruralista, un laburante, aunque entre ellos haya un estanciero. Y no lo haría, porque la gente sabría que no habría inocencia en la elección de esa palabra.
2) No me adueñaría de la defensa de los Derechos Humanos, del buen pensar ni del problema de la pobreza, porque sabría que son muchos más que dos -más allá de los kritchneristas-, los que se preocupan por estos temas y trabajan en consecuencia.
3) Intentaría, sí, saldar las deudas con el pasado a través de la justicia, el perdón y la reconciliación, pero apuntaría, al mismo tiempo, mi mirada hacia el futuro.
4) Diría NO a revolver avisperos; avivar fuegos, poner a unos contra otros.
5) Jamás usaría la frase idiota de un idiota suelto que, sin representar a nadie, dice algo indebido porque un periodista le da micrófono (¡que la presidenta se ocupe de los blancos!). Menos aún, lo repetiría una y otra vez, porque respetaría a mi pueblo, y sabría que la voz de uno no es la voz de todos.
6) No dejaría que en pleno discurso me aplaudieran cada dos palabras, en el momento justo en el que los televidentes u oyentes vieran venir el aplauso. Evitaría las sonrisas de fiesta y los gritos de arenga, mientras perdurara el conflicto. Me alejaría de los discursos demagógicos y de las frases destinadas al golpe de efecto. No usaría el YO, ni hablaría de la paz, con rostro crispado.
7) No me pondría botox, ni rellenos ni hilos tensores, de oro o de plata. No usaría extensiones ni me maquillaría tanto. No por capricho. Simplemente, no tendría tiempo para hacerlo ni desearía gastar tanto, mientras la mayoría de las mujeres argentinas no tienen dinero para arreglarse la dentadura ni tiempo para curarse una sencilla contractura. Mi cabeza, mi espíritu, mi corazón estarían ocupados con problemas más importantes.
8) Cortaría toda relación con Luis D´Elía y sus provocadoras afirmaciones.
9) No utilizaría a la gente para llenar una plaza, porque me resultaría indigno poner al otro en el lugar de mercancía.
10) No me recluiría en mi submundo.


Si fuera parte del sector que reclama:
1) No cortaría las rutas.
2) Buscaría otra manera de protestar y de alzar las voces.
3) No gritaría "que se vayan todos".
4) No defendería a Fernando Peña, porque no es un inocente.
5) No dejaría que circularan cadenas de e-mails delirantes y mal intencionados.
6) No permitiría que se insultara a la Presidenta, bajo ningún concepto.
7) No me recluiría en mi propio submundo.
8) No respondería agravios con agravios, insultos con insultos.

De uno y otro lado, no me olvidaría que mientras se juega la pulseada, la gente en la calle sigue con sus vidas personales y con sus problemas: Viven y mueren. Nacen bebes cada hora; hombres y mujeres se casan, se divorcian. Otros enferman, reciben malas o buenas noticias. Se tienen conflictos en los trabajos, con los hijos, con los padres. Se reciben diagnósticos, se ríe, se llora.
Ya es bastante dura la vida, como para agregarle tanto malestar, crispación y desesperanza.

16.6.08

Adhesiones y aversiones dialogadas

En estos tiempos de confrontaciones y debates, es donde más se pone en evidencia una de mis serias limitaciones: mi voz. Siempre la misma duda: ¿mi modo de conversar lleva la marca de mi voz de sótano, que se pierde entre otras voces? ¿conversaría de igual modo si el timbre de mi voz sonara como la de una soprano en el Colón?
Quizás por eso me lleve mejor con las conversaciones intimistas, de dos o tres personas, a lo sumo, cuatro. Allí donde se enciman los discursos, se polemiza y una voz avanza para tapar a la otra, me siento incómoda, me desencajo. Al rato, cansada de tanto forzar mi garganta, ingreso en el fuera de pista y allá me instalo, dentro de mis propias divagaciones.
Hay, para mí, buenos y malos conversadores. Entre los buenos: aquel que busca la indagación recíproca, que pregunta y repregunta; el generoso, que atribuye al otro sus propias genialidades. El que rescata al silencioso y lo saca de su invisibilidad; el dubitativo, el que seduce con elocuencia y buen humor.
Entre los más temidos, el asertivo, el que se aferra al púlpito y convierte la conversación en un monólogo sin punto final; el que aniquila el pensamiento del otro con una sola frase, el gran rematador. El que sentencia a viva voz; el que se cruza con un tercero en falsa escuadra y produce entonces ese ronroneo agobiante y persistente. El monosilábico. El desprestigiador.
En estos casos, ni el mejor megáfono ni la ilusión de un micrófono abrochado a mi solapa lograrían seducirme para iniciar una buena conversación
.

13.6.08

No es pa' tanto (Buen fin de semana)


"Nunca me he sentido más feo que cuando cené con John Travolta".
Experiencia, Martin Amis.

12.6.08

Diálogo (IX) con mi futura ex clienta

- Mirá, quiero que corrijas sólo lo que está mal, ¿sí?
- Sí, claro.
- Digamos las faltas de ortografía, ¿sí?
- Por supuesto (qué obviedad).
- Algún tiempo de verbo, ¿sí?
- ... (y dale con el ¿sí?)
- Aunque estoy segura que están bien, ¿sí?
- Ajá... (para que me contratás, che..., además, se dice "de que").
- Pero ¡¡no toques la puntuación!!, ¿¿sí??
- (no me grites, mujer, que estoy acá). Bueno, a menos que...
- No, no, no, ni una coma, ¿¿sí?? La puntuación está perfecta, ¿sí?
- Mmmm..., ¿y la sintaxis? (ahora te quiero ver...).
- NOOOO, la sintaxis es hermosa, ¿sí? (Ah, bueno, está loca...).
- Me parece que me va a resultar un poco difícil corregir sin corregir, ¿sí? (¡ay! se me escapó ese sí: ¡horror!), si querés lo vamos viendo a medi...
- NOOOO, lo necesito para mañana, ¿sí?
- ¿Sí?, ehh, ¡No! para mañana imposible, estoy con mucho trabajo (¡faltaba más!).
- Me dijeron que trabajabas rápido (¿¿por qué hace pucheros??).
- S querés te recomiendo a alguien (a ver a quién le arruino el día...).
- Pero alguien que hago lo que yo le diga, ¿¿sí??
¡NO! ¡y no se dice ¿¿síííí?? como quien ordena "cambio y fuera".

11.6.08

Sobre Anatomía de la Melancolía

I
Robert Burton (1577-1640) escribe sobre la Melancolía, para evitar su propia melancolía. Decide ahuyentar los vahos del mal de la bilis negra con un exorcismo: declararla una endemia, estudiarla, distinguirla de otras afecciones, diagnosticarla y curarla.
Todo está en este libro, que leí en pocos días, a pesar de las dificultades de su lectura: hay innumerables citas; hay frases en latín, hay diagnósticos y sentencias de Hipócrates, Galeno, Heráclito, Sinesio, Erasmo.
II
Desde la época helénica, luego la Antiguedad y hasta los primeros tiempos de la Edad Media, el melancólico era un ser desvergonzado y soñoliento, enfermizo y miserable. Ya en pleno medioevo, la figura de aquel del alma triste se confunde con la del ocioso: es la enfermedad de los monjes de clausura, seres muertos en vida, aquejados de una fuerte soñolencia espiritual.
III
En el melancólico la imaginación se corrompe, el cerebro se resquebraja, el corazón languidece.
No es melancólico el que está melancólico; estado que puede, incluso, ser inofensivo y bello, como una dulce tristeza.
El que sufre, el que padece, el que hace de su melancolía un hábito, ése es el verdadero melancólico.
IV
¿Hay algo así como un perfil del melancólico? ¿A quienes afecta? ¿Quienes son más proclives a padecerla?
- Los que tienen la Luna, Saturno o Mercurio mal afectados.
- los que viven en climas muy fríos o muy cálidos.
- aquellos que nacen de padres melancólicos.
- los de cabeza fría.
- los de corazón caliente y estómago frío.
- los solitarios.
- los buenos estudiantes.
- los dados a la excesiva contemplación.
- los hombres más que las mujeres.
- de las estaciones del año: el otoño es el mes de la melancolía.
- los tartamudos.
- los calvos.
- los de cuarenta años.
- los de espíritu más generoso..
- los viejos
.
V
¿Las causas? Puede ser una falla en el cerebro, una descomposición en la temperatura del cuerpo, una feroz hipocondría. Puede ser provocada por los ángeles, las musas, el diablo, las brujas, las estrellas. Feliz de aquel -dice Burton- que encuentre la causa iniciadora entre todas las causas.
VI
¿El más famoso melancólico de la Literatura occidental? El príncipe Hamlet.

Ilustración: Melancolía I, Alberto Durero.

9.6.08

Un domingo con contracturas

Tengo una brutal contractura, como si cangrejos afilados o cocodrilos de mandíbulas poderosas estuvieran triturando mis cervicales en cada giro de cabeza. De dónde viene, pienso. ¿De la lectura de los diarios del domingo?, ¿de las horas que paso frente a la computadora?
¿Existirá el síndrome del bloguero, como existe el codo de tenista o el mal del escribiente? ¿Vendrá, quizás, de la tensión de vivir en una Argentina en estado de ebullición, al borde siempre de desparramar su lava? No lo sé.
Para distraerme de tanta puñalada, dejo de lado la doble pila de diarios y salgo a caminar. Hay una aire fresco en el aire pero el sol del mediodía y el ritmo de cada paso lubrican mi esqueleto. La contractura cede, a fuerza de puro movimiento. Vuelvo renovada, con la imagen del dorado de los árboles otoñales. Casi en piloto automático y aprovechando el envión del paseo, tiendo camas, ordeno la cocina, acomodo el desorden de cada domingo. Ignoro los diarios con todos sus anexos y suplementos. Busco una almohada gorda y amigable, una manta y un libro: Anatomía de la melancolía, de Robert Burton. A las pocas páginas sé que ya entré en diálogo con Burton y sus teorías melancólicas. Los cocodrilos se han ido.
Mañana les cuento...

Ilustración: Mauro Collares.

6.6.08

Buen fin de semana

"A cada uno de nosotros le corresponde parecerse a un animal, pero conozco personas que escapan a esa ley; se parecen a piedras o a vegetales o a objetos comunes, lo que les quita mucha espiritualidad. Conozco a una persona parecida a una pera, otra a una almohadilla, otra a un paraguas, otra, la más desdichada, a un flan de tapioca".
Silvina Ocampo, Ejércitos de la oscuridad.

4.6.08

A quien corresponda

A pesar del malestar general (esta vez, el conflicto-del-campo), tuve la fortuna de leer buenos libros estos últimos ¿87? días. Tal vez A quien corresponda no sea el mejor libro de este autor, pero el tema me interesa, y mucho.
I
Caparrós escribe bien. El mejor Caparrós es, para mí, el de las crónicas de viajes, no el de las novelas. Pero esta es una novela atípica. ¿Es un novela? ¿O el personaje que narra no hace otra cosa que darle voz a la voz de Caparrós? Como si Caparrós quisiera, de una vez por todas, dar explicaciones, aunque nadie se las pida, de la generación que quiso, a su modo, un mundo mejor.

Sea lo que sea, su lectura llena algunos baches que nos han dejado al descubierto esos años de pura convulsión.

Hay varias afirmaciones:
"Somos la generación más fracasada de esta larga historia de fracasos que es la historia argentina".
Es humillante y triste y fastidioso pensar que los tiempos más felices de mi vida sucedieron cuando estaba embarcado en un error tremendo".
"Estábamos convencidos de que hacíamos historia; todo lo que hacíamos era importante, decisivo. Era increíble creer que el mundo tenía sentido".
"Lo que quisimos hacer nunca nos salió. Al final, el mundo cambió en todo menos en lo que nosotros queríamos".
"La lista de errores que cometimos llenaría horas y horas".
"Fuimos unos idiotas. Creímos que éramos tanto mejores".
"Se nos fue convirtiendo de equivocados en víctimas; no hay papel más generoso. Y por eso no tuvimos que rendir cuentas a nadie. Nadie le pide cuentas a los sobrevivientes de una masacre. Nosotros también creíamos que la violencia era una forma de cambiar el mundo. Y hasta nosotros mismos conseguimos olvidarlo".

Y varios interrogantes:
¿Para que murieron los que murieron?
¿Hay un mérito en haber muerto en cantidades suficientes y en condiciones espantosas?
¿Cómo zafaron los que se salvaron?
¿Qué rebeldías permiten y provocan cada época?
Los que se murieron, porque se murieron, ¿eran mejores que los que no morimos?
II
Carlos, el que dice lo que quisiera decir Caparrós si alguien se lo pidiera, ya no tiene futuro, porque nunca lo tuvo. Sólo le queda puro dolor y la posibilidad de cerrar una historia que fue, en algunos casos, clausurada apenas con puntos suspensivos; y en otros, un final a toda orquesta, a favor o en contra, del que se adueñaron distintos sectores de la sociedad.
III
Mientras leía, no podía dejar de pensar en José, Marcos y Alejandro, tres amigos (hoy, desaparecidos). Tanto, que entré en una suerte de diálogo con ellos. Los tres tenían alrededor de 20 años y eran, entre todos mis amigos, los de mejor corazón, los más solidarios y queridos. No sé si pensaban que la violencia era el único camino para cambiar la historia. Sí, que quisieron cambiarla. Y sí, también, que si hoy estuvieran vivos, serían hombres, adultos y dignos.

2.6.08

200

No puedo detenerme a pensar en un buen post para este primer lunes de junio. Estoy con mucho trabajo, sin resto para pensar. Así que va sólo mi alegría por estar escribiendo el post número 200, a casi un año del primero, un 25 de junio.
Curioso, si pienso que aquel día me animé al blog por cantagio, por ganas de decir y de contar, pensando que quizás se tratara de un entusiasmo pasajero.
Pero acá estoy, feliz con este blog, que es como una ventana abierta desde donde converso con cada uno de ustedes.
Celebro mi entrada número 200 de la mano de mis nuevos amigos, y de uno que otro (¿u otra?) enemigo, que me pelea de tanto en tanto, porque no le gusta mi muy muy ni mi tan tan.