29.2.08

Buen fin de semana

"El autor joven siempre habla de sí mismo, incluso cuando habla de los demás, mientras que el autor maduro siempre habla de los demás, incluso cuando habla de sí mismo".
Stephen Vizinczey.

28.2.08

Un Aladino trucho

(Foto robada a la condesa sangrienta).
Se ve que el comentario de Reina quedó dando vueltas en mi cabeza. La cuestión es que tuve un sueño. Un Aladino flaco y desteñido se me apareció en mitad de la noche y me dijo que podía darme las respuestas a mis eternas preguntas. Apenas iba por la tercera cuando me paró en seco y gritó: "No, no, no, no. Así no, flaquita; si te fueran concedidos semejantes respuestas, ¿qué sentido tendría la vida? Bajá dos cambios, que estás hablando con un Aladino trucho. Simples curiosidades, menudencias, tonterías... hasta ahí llega mi magia".
Bueno, pensé yo, no será la gran revelación, pero bien vale la pena resolver estas intrigas cotidianas:
1) Sueño con entrar en la cabeza de un político corrupto para saber qué piensa cuando apoya su cabeza en la almohada.
2) Cómo es Susana Gimenez, en camisón y pantuflas.
3) Qué siente (con lujo de detalles) un hombre arriba de una 4 x 4 con vidrios polarizados, mientras va a 180, pasando autos por la banquina.
4) Conocer, aunque sea por un instante, la cara de mis amigos blogeros.
5) Qué se dice a sí misma una mujer remendada delante del espejo.
6) Preguntarle al que tiene mucha plata para qué quiere tanta, tanta y tanta.
7) Quién mató a María Marta y a Nora Dalmasso.
8) Por qué lo afearon a Javier Bardem en su última película.
9) Facundo Arana, ¿se hace reflejos?
10) ¿Se les ocurre algo?

25.2.08

Malosentendidos

El hombre con un traje raído camina por el microcentro. No es un hombre mediocre, es un hombre apenado.

Vemos a una mujer con la mirada extraña, deambulando por un shopping un martes a las tres de la tarde y pensamos que es una mujer malgastando sus horas. No lo sabemos: es su primera salida después de un dolor muy grande.

Un matrimonio con dos niños hacen un picnic a orillas del río. No es una familia más. No es una familia.

Un adolescente zigzaguea, borracho, por la calle. No va a robar, quiere que lo abracen.

En una reunión, una pareja se toma de la mano y pensamos que es una pareja feliz.

Alguien le toca bocina a un viejo en la autopista: no se corre, como si no supiera manejar. El viejo va pensando en el Teorema de Fermat.

Categóricamente lo tildamos de antipático, pero él lucha contra su extraña timidez.

Leemos el blog de una mujer de mediana edad y pensamos: que se vaya a lavar los platos.

El hombre gordo y desprolijo, con su barba desplumada, parece el dueño de un corralón, pero es un cirujano de los buenos.

Camina por la calle con aire de mujer flaca, aunque es gorda.

En un bar, una pareja permanece en silencio. No es que no tengan nada que decirse, no les molesta el silencio.


22.2.08

Buen fin de semana

"A veces bastaba con una bola de helado que se me caía al piso para partirme el alma".
Los Impacientes. Gonzalo Garcés.

20.2.08

go, go, go, go, gooo!!!

A veces, cuando miramos la serie Friends, pregunto a los que están conmigo si nos reiríamos igual si lo que dicen los personajes lo dijeran en castellano, y me parece que no. El idioma que no es el nuestro produce cierto distanciamiento, nos aleja de lo real tal como lo vivimos día a día. El lenguaje, en estos casos, ayuda a crear verosimilitud.
Piensen, si no, en un Jack Bauer corriendo al grito de: ¡¡Vamos, vamos, vamos!! o ¡¡Corré, corré, corré!!, o ¡¡Andá, andá, andá!", en lugar de su peculiar go, go, go, go, goooooo!!
No es lo mismo la Nanna de Queens que Florencia Peña, en su versión vernácula.
Ni la Mujeres Desesperadas, viviendo realidad tan ajenas a nosotros, pero hablando en criollo, como si estuvieran a la vuelta de la esquina.
Distinto es el caso de, por ejemplo, Los Simuladores.
Y la clave, creo, está en el uso del lenguaje elegido por Szifrón: los cuatro hombres no tienen un decir a lo porteño, no conocen las malas palabras (esta simple omisión produce extrañamiento, ¿quién nos las usa?), el discurso es monocorde, sin altos y bajos, falto de puntos y comas, con una modulación única que se repite y repite de capítulo en capítulo.
Szifrón crea su propio estereotipo. Uno entra entonces en la clave correcta: hay una manera de ver Los Simuladores, como hay otra manera de sumergirse en las novelas costumbristas, donde se siente el olor del puchero y se lo ve Laport en su versión de Fierro, lavándose los dientes en camiseta.
Hagan la prueba... y me cuentan.

¿¿Copy that??

19.2.08

Que pena tan grande

Pasada la medianoche, hago mi recorrida por mis blogs preferidos y me encuentro con una triste noticia: tennisjournalist, de Todo lo que imagines, murió hace apenas unos días.
Su amigo lo despide así.
Yo lo voy a extrañar, aunque no haya conocido ni el color de sus ojos.

18.2.08

Sin título

Tenía un buen post en mente para este lunes, pero el tiempo, que no para, se me fue buscando lo que pierdo: un block de hojas lisas y un marcador negro que compré el viernes. Me rindo. No está. A modo catártico, y para no matar a alguien o a mí misma, van estás palabras profundas y solidarias de Bioy:

"Milagro de porquería
lo que toco se extravía".
(Ya no pierdo las cosas solo en la casa
sinto también en los bolsillos").

15.2.08

Buen fin de semana

Cuando le preguntaron a Hemingway si creía en Dios, respondió: "Sí, pero sólo a veces, por la noche".
Antonio Lobo Antunes.
Foto: Magdalena Sorondo,

12.2.08

Más sobre la melancolía

No se es depresivo ni ciclotímico, ni taciturno ni reservado. El melancólico es melancólico, aunque quiera camuflarse bajo luces de artificio. Se los reconoce entre otros. Se los ve venir, porque se los ve mirar.
A Idea Vilariño la melancolía de Onetti le resultaba desafiante: ¿cuánto hay de enigma detrás de ese desasosiego tan pegado a la piel del que se sabe a destiempo? Quizás la clave esté en el contrapunto entre esos dos pulsiones: el reposo en el propio submundo o o el acompasarse, de tanto en tanto, con el ritmo del afuera.
No es tampoco un desánimo existencial que golpea de repente, no es un ser feliz sólo como por descuido.
Es un mirar sostenido y persistente, que tiene, como dice Anne Michaell, exactamente el mismo peso de un niño dormido: ahí está, se lo cobija, se lo acuna en paz hasta que despierte.
Hace años un amigo me contó que llevaba con orgullo el diagnóstico de ser un "melancólico", como si le diera un aire de elegancia, de distinción, de singularidad. Hasta que después de un tiempo de terapia comprendió lo inevitable: que duele, que debilita, que las energías se escurren por ese pozo sin fondo. Y desde entonces busca no perder el próximo tranvía.
Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvíay en la escalera me siento a silbar mi melodía*.

*Va, desde acá, un feliz cumpleaños a Joaquín Sabina.

11.2.08

"Intrusos"... en los blogs

Como en la viña del Señor, hay de todo en la blogósfera. Me pregunto cuánto tardará en aparecer el indiscreto o la profesional de siempre para dar cuenta de los dimes y diretes del mundo blogueril. Puesta a elegir, prefiro una ella a un él: nada me parece menos atractivo que un hombre escarbando en las intimidades ajenas.
Que hay tela para cortar, nadie lo pone en duda: blogs que se chicanean entre sí, comentaristas mediáticos que circulan, desfachatados, dejando ácidos ataques aquí y allá. Otros que se divierten, como chicos lanzados a parque de diversiones, y patean hormigeros por el simple placer de ver el desparramo. Villanos y villanas que, fieles al perfil que supieron construir, se convierten en personajes indispensables y hasta logran hacerse querer. Y no faltan, claro, los que sopapean sin piedad a una única víctima, elegida, quizás, en un juego de azar. Hay portazos, gritos encomillados entre signos de admiración, antipatías arbitrarias, burlas, amenazas, indiferencias.
Por eso, y por las dudas, si un Rial toca la puerta, habrá que esconderse y gritar: ¡"No hay nadie por acá"!

8.2.08

Adhesiones y aversiones de las familias numerosas

Vengo de una familia de muchos hermanos (amplia mayoría de mujeres): disfruté de sus pros y padecí algunas contras, pero puestas en la balanza, las adhesiones superan a algunas aversiones.
No podíamos tener todo lo que queríamos, había que esperar el mes en que finalmente nos llegaba el turno de los zapatos nuevos. Compartíamos cuartos, roperos, baño. Los cuartos de la casa eran austeros; no se necesitaba más que las camas, alguna mesa con sillas, y sábanas y cubrecamas sobrios y fáciles de lavar. Dos o tres muñecas para todas, juegos de mesa, una bicicleta con la que nos turnábamos para dar vueltas manzana. Jugábamos en la calle entre nosotros o con los vecinos, nos inventábamos juegos; no necesitábamos la última barbie ni a su novio Ken, ni sus coquetos elementos de peluquería. Eso sí: los autitos eran del varón.
Aprendíamos a dormir con la luz prendida si la otra estaba leyendo o a seguir en la cama, sin chistar, cuando alguna se levantaba a las 6 para ir a la universidad.
Las menores heredaban la ropa de las mayores: privilegio asegurado para la mayor y hartazgo repetido para la menor, que recibía una y otra vez el mismo camisón rosa en distintos estados de decrepitud.
Si algo nos dolía, recibíamos siempre la misma respuesta: "ya se te va a pasar" o "estarás incubando algo".
Fuimos creciendo en dulce montón.

Ya más grandes, había que esconder aquello que no querías que nadie te usara: un vestido nuevo, un disco, un shampoo. Aunque si rogábamos con cierta estrategia, podíamos conseguir el tapado de una o la cartera de la otra. Pero era el precio que había que pagar para disfrutar de esas noches de confidencia en las que nos quedábamos conversando y riéndonos hasta muy tarde.
Había que respetar las horas de las comidas, si llegabas último a la mesa, encontrabas la fuente vacía. Si quería repetir, había que apurarse o arañar la fuente.
Hoy nos reímos porque todos comemos en dos minutos, una tara que nos quedó de esa infancia numerosa.
También festejamos, cada tanto, recuerdos de esa época, y mantenemos algunas sanas costumbres. Cada vez que nos juntamos, nos vemos llegar cargando bolsas con ropa para pasarle a otra, y con libros y revistas para intercambiar.
Somos incondicionales los unos con los otros, porque además de ser hermanos, nos contamos el mismo y fiel relato de infancia en patota, una y otra vez.

7.2.08

Ni muy muy...
Ni tan tan...

6.2.08

El tiempo no para

Necesito un día más largo. Las 24 horas no son suficientes. Quisiera tiempo extra para los extras:

Para buscar lo que pierdo sin darme por vencida a los diez minutos.
Para leer de punta a punta la adn, Ñ, los diarios, El Amante.
Para hacer sudokus sin sentir que estoy perdiendo el tiempo.
Para recorrer los blogs y dejar dignos comentarios.
Para ordenar mi ropero y doblar cada remera así, así, así y así.
Para hacer una razia y tirar la cantidad de porquerías que guardo.
Para ver todas las series: Doctor House, Ugly Betty, Los Soprano (24 y Heroes ya las vi, con Lost no me enganché).
Para hastiarme de mirar el techo y decir. ¡uf, qué aburrimiento!

Pero el tiempo no para.
Necesito una pausa.
Una tregua.
Un reloj que no marque las horas.

4.2.08

El Club de los Desdentados

Nuevo intento de poner en orden mi biblioteca.
Saco los libros de Martin Amis para cambiarlos de estante y me detengo en Experiencia, uno de mis libros más queridos. Ahí nomás abandono el impluso de prolijidad dominguera: me arremolino en un sillón y empiezo a pasar las hojas de atrás para adelente.

Amis y sus problemas dentales.
No hay casi página en donde no cuente sus peripecias odontológicas. Y no es para menos. A los 45 años le sacaron todos los dientes porque, a pesar de su dolores continuos, no se acercó al sillón del dentista durante más de veinte años.
Su nueva dentadura mereció los titulares de los diarios de Londres.
Comparte dentista con Jessica Lange, Sharone Stone, Tarantino, Tom Hanks y su amigo, John Travolta.
Él mismo se califica como:
- tímido dental: no sonríe abiertamente desde los quince años.
- dueño de un dolor de muelas cómico, como los que se ven en las tiras humorísticas de las revistas.
- monomaníaco dental: tanto, que uno de los personajes que creó observa obsesivamente la dentadura de los otros... cuando muerden una tostada.
- un hombre capaz de emocionarse con las publicidades de la tele sobre implantes dentales, hasta que se da cuenta de que los que hablan y ¡sonríen! son... actores, y no verdaderos desdentados.
- envidioso de la salud bucal ajena: todos tienen mejor dentadura que él, hasta los hooligans, los vagabundos y los drogadictos.
- un medio hombre, gracias a su dentadura postiza, que no le deja pronunciar la letra f.
- miembro del Club de los Lisiados Orales, junto a sus compadres dentales James Joyce y Vladimir Nabokov. Updike quiere incorporarse, pero los tres, de común acuerdo, rechazan la nominación: su dentadura no es lo suficientemente mala.

1.2.08

DIÁLOGOS V

Después de 15 días lejos de mi amada computadora, ahora que la tengo delante de mí, la miro, apunto, tecleo, borro, vuelvo a teclar. No sé por dónde empezar. Como si necesitara calentar motores. Y no es porque no tenga nada qué decir, al contrario.
Ayer, en un bar de la costa, leí una nota donde Rodrigo Fresán confesaba que para él todo era "articulizable". No voy a volver al tema de si "escribe el que tiene un blog o solamente tiene un blog", pero sí vuelvo a decir que se mira y se piensa con la idea de después contarlo. Y todo se puede contar. Como estos minidiálogos atrapados por ahí:

(En el supermercado):
ELLA: Ya puse bananas, duraznos, ciruelas, pan... (lo que compramos todos, bah).
ÉL: ¿¿No llevamos nada de proteínas?? (y les aseguro que tenía cara de obsesivo, de esos que ingieren según los dictámenes de la pirámide alimenticia).


(En el centro comercial)
ELLA (gordita, con calzas y buzo naranja, y peinado legranesco): ¿¿te gusta esta bikini??
ÉL: Es herrrmosa, como vos...
ELLA: ¿Y ésta? (era igual, solo con flores verdes en lugar de blancas).
ÉL: Es herrrrmosa, como vos...

(En la playa)
Adolescente hablando por celular: ¡¡Tas celoso gooordo!! Naaa, ni ahí... (imaginen los gesto, obvio).
PAPÁ de la adolescente: ¿¿Qué le pasa a tu novio??
Adolescente, una vez que apagó el celular: Naaaa, dice que tiene miedo de que entre al agua en bolasss, porque tooodos me van a mirar... pooobre, ¡he is so jealous! (sigan imaginando los gestos, plisss).

(Otra vez en la playa)
Madre: ¡Vení para acá mocoso de mierrrda!
Mocoso de mierda: Ni en pedo... vení vos.