31.7.08

Buscando la receta mágica

Mi vieja siempre dice: no vayas al médico, que seguro te encuentran algo. Habrá quienes piensen qué barbaridad, pero a veces ella tiene razón.
Una vez por año voy a ver al dermatólgo. En cada visita, compruebo que el médico me revisa en dos minutos y me dice está todo bien. Cuando le pregunto, decime, ¿hay algo que pueda hacer contra las arrugas que no sea ni botox ni rellenos extraños?, me contesta, una y otra vez, nada, no te hagas nada.


Ahí fue cuando, tonta de mí, decidí cambiar.
Confieso que también me inquietaban las notas que leo en las secciones femeninas de los diarios acerca de láseres con nombres estrambóticos, liftings sin cirugías y cremas de última generación.
Así que pedí un turno con un dermatólogo "capo", como me dijo una amiga.

Que no quiero ni botox ni rellenos raros, le dije al nuevo doctor, en su coqueto consultorio. Que con mis amigas hicimos un pacto anticirugías. Que las patas de gallo no me molestan, (¡las tengo desde los 25!), que mis labios están bien, que arrugas en la frente no tengo, que las que me gustaría mejorar son estas de acá, ¿ve? ¿Habrá algo (¿mágico?) para atenuarlas o, al menos, contenerlas?
Él, como si no hubiera escuchado mi alegato, me habló de los rellenos y de un nuevo sistema para borrar OTRAS marcas de mi cara... ésas, ¡que yo jamás había visto!

Moraleja: me fui del coqueto consultorio con mis arrugas de siempre, sumadas a las que me descubrió el experto y que a mí, hasta ese momento, nunca, pero nunca, me habían molestado.

29.7.08

Recuerdos de una tarde

Recuerdo perfectamente el día en que empezaron los síntomas.
Era enero, una de esas tardes tranquilas que para mí siempre fueron tardes únicas, dedicadas a los libros, al no hacer nada, al dejar llegar las horas sin otra ansía que la de esperar la noche tibia y el canto de las chicharras trasnochadas.

Estaba leyendo La piel fría, última novela de Sánchez Piñol.
Había olor a río en aquella tarde estival de los primeros días de enero. ¿Me atravesaba un río como a la placidez de J. L.Ortíz? No en ese momento, no después de que mi piel empezara a afinarse más y más, desde diciembre del 2001. Y así, casi en carne viva, despellejada, sin costras para amortiguar los golpes, leí las palabras de Sánchez Piñol como quien lee una sentencia.

Recuerdo el instante en que bajé el libro y me quedé mirando, a través de la ventana, los árboles del jardín de al lado, unos cipreses erguidos y eternos, aunque en ese momento nada me hacía suponer que tanta altivez y fortaleza significarían, con el tiempo, una salida de la oscuridad, un renacimiento.
Pero entonces los miraba sin ver, como quien busca de qué colgarse para desangrase sin excusas.

Cambié mi postura todavía encajada en el sillón, me fui abrazando con mis brazos mientras todo mi cuerpo se dejaba caer hacia el piso. Y caí. Ahí quedé, sobre la pinotea recién encerada y con el libro lejos de mí, creo que debo de haberlo lanzado lejos, sin rabia pero con miedo, desatenta a marcar la esquina de la página 233 en donde figuraba el párrafo lapidario que me seguía abofeteando a pesar del abrazo que, cada vez más fuerte, estrujaba mis omóplatos. Costumbre horrible la de maltratar los libros, dicen algunos; pero no es maltrato para mí esta cuestión de doblar las hojas; es urgencia, es parentesco, es hacer lo que se me da la gana.
Pero no quedó marca alguna en La piel fría, no pude y no quise marcar mi desazón de esa tarde.

Al rato llegó Él y me enrosqué sobre su pecho, siempre presente para cobijar mis penas. Dejate de leer esas cosas, me acuerdo que me decía cada vez que espiaba la contratapa de lo que estaba en mi mesa de luz. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, le recitaba yo mientras caminábamos o Uno es el hombre, de Jaime Sabines. No ves que te hacen mal. Qué me van a hacer mal, al contrario, estoy lista para lo que sea, yo no me escapo, miro a la muerte y al dolor de frente.
Como si quisiera desmenuzar la inclemencia más cruda, sin metáfora para mí, a los sopapos. La fortaleza estaba ahí, en mi capacidad para sentir lo más descarnado y poder nombrar a las cosas por su nombre; creo que me sentía un poco más valiente que los valientes porque yo, que sabía de qué iba la cosa, podía seguir viviendo, desafiando la intemperie, reconociendo el dolor en el dolor, sin anestesia, sin falsos consuelos.
Al pan, pan y al vino, vino. Yo, creía, era la única que nombrara a las cosas por su nombre.

Me acuerdo de una mañana, mientras íbamos al supermercado porque venían amigos a comer. Vamos al súper, me había dicho Él, sin darse cuenta de que su mujer estaba ya en otra dimensión de la vida misma, con los Diarios del Caminante de Bioy Casares entre mis manos; me resistí como si me estuviera proponiendo escalar el camino del Inca con cuarenta grados de calor. Tal fue mi desilusión que finalmente llegamos a un acuerdo: lo acompañaría, pero sin llevar la voz de mando, no pilotearía el carrito, siempre descuajeringados y caprichosos, que caminan para donde no tienen que caminar, y el resto de la tarde no me ocuparía de otra cosa que de seguir con mi lectura.
Camino al suplicio —odio los supermercados— yo le iba contando las maravillas del diario de Bioy, hombre a quien amo no solo por su inteligencia lúcida y devastadora, sino también por su gran parecido con mi padre, sobre todo, en sus últimos años. El Bioy viejo conservó su lindura; uno podía adivinar tras esos ojos transparentes y acuosos por los años, la presencia de un varón-pa-quererte-mucho-varón que supo entrar en el juego del amor de la manera más amorosa.

Mientras Él me preguntaba con insistencia, quebrando en parte nuestro trato, cuántos chorizos me parecía que debíamos comprar, yo pensaba si sería cierta la sospecha de Bioy: el miedo a la vejez, envejece. Entonces, ¿el miedo a la muerte, enmuerta? Ay, Bioy, si te hubiera conocido, pensaba yo y, Él, entretanto, calculaba kilaje de asado de tira y se decía a sí mismo, sin saber que yo andaba muy lejos de sus cálculos gastronómicos, que en realidad las mujeres no comen nada y que a quién se le había ocurrido decir que se calcula medio kilo por persona, si las minas se conforman con la ensalada verde y si los hombres, claro, ya no engullen como antes porque el colesterol y porque la presión y bla bla.

Ey, por dónde andás, en qué estás pensando. Sin importarme que ni el lugar ni el momento fueran los más propicio para sacar el puño, lo saqué, así, directo a su mandíbula: Dice Bioy que las mentiras piadosas que se dicen sobre la vejez le parecen casi deprimentes, porque lo verdaderamente deprimente, son las verdades.
Ya está, lo dije, me acuerdo del instante justo, frente a la gélida heladera de los yogures.

Digamos que nuestros puntos de vista con respecto a la vejez no coincidían, como otros tantos puntos. Pero ahí estaba nuestra complicidad: su mirada sobre mis palabras y una sonrisa de comprensión y de cariño que, después de años, ya era perfecta para mí.
Volvimos.
Él con la ilusión del día de sol y el asado y la vida.
Yo, un puro proyecto que no termina de despegar, una melancolía cansina, mechada con interludios intensos que me hacen, como a Él, amar la vida más allá de disonancias y oscuridades.

28.7.08

¿La novela del futuro?

(Para el Adivinador del Pasado, que me inspiró con su último post).

Hace un tiempo, escuché a Pedro Mairal decir que la novela del futuro será, quizás, una sumatoria de links.
Vila-Matas habla de un nuevo género: un amasijo de citas, links, ficción, relato autobiográfico.
¿Algo así como este disparate?

Tippi es rubia, tan rubia y bella como Naomi (así). Esa noche, antes de que terminara el día, recordaron la casa, aquella de la infancia (acá, 1er. párrafo), ubicada a escasas cuadras de la Iglesia (ésta, no otra). Después, y frente a una taza de té humeante, conversaron, hablaron de libros (como éste) y de recetas (buenísima, la de dorian y la de josé); miraron las fotos del álbum, en blanco y negro, sus preferidas (una, dos, tres, cuatro) y se durmieron susurrando (estos) versos de amor.

25.7.08

Buen fin de semana

(Como no me decidía, van dos citas cotidianas):
"Masticando pan tostado o con un caramelo en la boca, podríamos conseguir lo que no podríamos conseguir con nada: que nuestro interlocutor nos mate".

"Competencia desleal: ese joven parece una mujer, pero la vestimenta varonil le sienta mejor que a una mujer. Podría ser novio o novia con los mismos resultados".
Ejércitos de la oscuridad. Silvina Ocampo.

23.7.08

Prueba (y aviso de post aburrido)


Estoy hace un rato ensayando con el HTML. Aprovecho las ganas de probar a ver qué pasa con este post. (Aclaro que todavía me falta para ser una buena correctora: sólo corrijo cuando trabajo, es decir, cuando leo atentamente buscando errores y me pagan para eso. Cuando simplemente escribo o leo por placer, me dejo llevar por el entusiasmo y me olvido de gerundios mal usados o de las reglas de puntuación... entre otras cosas, claro).

ERRORES simples que MÁS CORRIJO:

Aún cuando seas mayor, no podrás ir.
Aun cuando seas mayor, no podrás ir.

Acordate de llevar el comprobante, sino tendrás problemas.
Acordate de llevar el comprobantes, si no tendrás problemas.

Se dio cuenta que él mentía.
Se dio cuenta de que él mentía.

Buscálo en internet.
Buscalo en Internet.

Hacen treinta y dos grados.
Hace treinta y dos grados.

Aun no llegó.
Aún no llegó.

Hubieron muchas personas, sobretodo, jóvenes.
Hubo muchas personas, sobre todo, jóvenes.

Sucedió en Argentina, en 1.954.
Sucedió en la Argentina, en 1954.

Llegó sólo y entró en la primer aula.
Llegó solo y entró en la primera aula.

21.7.08

Insomnio

A veces, el día perfecto es aquel que no termina.
Hay noches de insomnio implacables. Se me hace larga la espera cuando sólo temo no poder dormir. Voy a la cama con la esperanza de apoyar la cabeza en la almohada y... ¡zas! Ya la mañana. Ya el descanso asegurado para volver a empezar.
Pero no.
Claro que voy probando distintos métodos a mediada que se acerca la hora fatal: un té, un libro tranquilizador. Respirar en dos: uno y dos; retener uno, retener dos; exhalar en dos: uno y dos.
Nada.
Como la estafa de un producto del ¡LLame ya!
Doy vueltas en la cama ensayando posiciones.
Pero no. Mi cabeza se desboca e imágenes y pensamientos se abalanzan sobre mi voluntad atontada.
Así, voy desde lo más cotidiano, como la urgencia del arreglo mil veces postergado de la aspiradora, hasta recuerdos imperfectos que aparecen de la nada, a los que recreo como si fuera una máquina de restaurar memorias.
Cada tanto, es en estas noches donde encuentro las palabras que necesito, y al despertar, si tengo suerte, las recuerdo, desmejoradas.
Y de repente, un día, el menos sospechado, duermo plácida, segura, sin ronroneos existenciales ni tropas de caballos galopándome en mitad de la noche.
Solo cierro los ojos.
Y los abro, feliz, a la mañana.

18.7.08

Buen fin de semana

"¿Dónde está tu sinónimo en el mundo? ¿Dónde está mi sinónimo en la vida? Soy un impar".

Un soplo de vida, Clarice Lispector.

17.7.08

El primer párrafo

Entre paros, movilizaciones, piñas que van y que vienen, uno sigue leyendo.
La historia comienza se llama el libro de Amos Oz, un ensayo sobre los principios en la literatura, editado por la bella Siruela.
Como coleccionista de primeras frases no podía perderme esta delicia, a pesar de no haber leído muchos de los títulos que analiza Oz.

Sabido es que cuando se tienen las primeras líneas de una novela, se tiene casi todo, porque es allí donde se pone juego el código de esa lectura, que será diferente a cualquier otra. Es como encontar la punta justa del ovillo desde donde empezar a desovillar. Ahí, exactamente ahí, empieza el partido de ajedrez, la travesía, el laberinto.
Oz dice que todo principio de relato es siempre un especie de contrato entre escritor y lector. Y que hay toda clase de contratos: tramposos, burocráticos, filosóficos, intimidatorios, amables, caprichosos. Algunos comienzos funcionan como una trampa de miel, y otros, decididamente, se nos hacen irresistibles.
Acá van algunos irresistibles, de mi propia colección.

1) "Vine a Comala porque me dijeron que acá vive mi padre, un tal Pedro Páramo".
Pedro Páramo. Juan Rulfo.

2) "Yo, señor, no soy malo...".
La vida de Pascual Duarte. Camilo José Cela.

3)
"Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas dolencias".
El Extranjero. Alberto Camus.

4) "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas".
Lolita. Nabokov.

5) "A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza".
Buenos días tristeza. Francoise Sagan.

6)
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Por qué afirman ustedes que soy loco?".
El corazón delator. Edgar Alan Poe.

7)
¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarme la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las convulsiones de un noble pueblo".
Facundo, Domingo F. Sarmiento.

8) ¡Canta, diosa, la cólera de Aquiles...".
La Ilíada, Homero.
Si te interesaron estos principios, hay más bajo la etiqueta Primeras frases, en columna a la derecha.

14.7.08

Puro capricho

Quisiera no escuchar más:
1) "... ella dijo cosas agraviantes para con mi persona".
2) "... esa cosa de no saber qué pasa".
3) "¿Su medida bustial?".
4) "... el gobierno nacionalypopular"..., dicho de la manera en que lo dice Luis D'Elía.
5) "Argentinos y argentinas; todos y todas; vecinos y vecinas de la ciudad de Buenos Aires".
6) La palabra "crisis", en cualquiera de sus formas: "crisis del 2001, crisis de identidad, crisis del campo, crisis de los 40, 50, ó 60, crisis de pareja, crisis de crecimiento, crisis institucional, crisis en general.

Quisiera no leer más:

1) Las mentiras del INDEC.
2) El disparatado precio de la ropa en la revista Luz y La Nación.
3) Los discursos políticos, que demandan un ajustado trabajo de decodificación.
4) Las internas de los clubs de fútbol.
5) Nuevas técnicas de medicina antiage y promesas de juventudes eternas.
6) Publicidades de ofertas, rebajas y descuentos en los diarios del fin de semana, de los Cottos, Jumbos y Falabellas.

11.7.08

Buen fin de semana

"Recorrí buena parte de México en un pequeño automóvil que manejaba un chico muy simpático e inteligente. (...). La conversación cayó en el tango. Él sabía de memoria una gran cantidad de letras y las cantó a viva voz. Finalmente, me preguntó:
- Dime, qué quiere decir "la mina se piantó del bulín"?
Y yo le contesté con voz de suficiente:
- Muy fácil, que "la percanta se rajó del cotorro".
Juan Carlos Onetti, Confesiones de un lector.


10.7.08

Mucho más que dos

Compadritos, ancianas tambaleantes, insomnes, muertos de amor, tímidos artistas, curanderos, casanovas, fóbicos, compulsivos, paparazzis, trapecistas, emos cabizbajos, cholulos, trasnochados, oscuros traficantes, impotentes, caprichosas de punta en blanco, vegetarianos, maniáticos, convalecientes, solos y solas, turistas alemanas, monjas y rabinos, bosteros, ciegos y mendigos, milongueros, vendedores chinos, poetas deslucidos, psicópatas, limpiavidrios ambulantes, canillitas, holgazanes, corazones blancos, viejitos al sol, evangelistas, alérgicos, rufianes, fantasmas de la noche, cinturones negros, desahuciados, ignorantes, cordiales, atorrantes...
A veces, sólo a veces, pienso que es un milagro que no nos matemos cada día en las calles de esta ciudad de los buenos aires.

7.7.08

Post para mujeres fregonas

El cuerpo todo se prepara para la gran batalla: las manos que sacuden, los dedos que friegan, los brazos que se alzan, la espalda que aguanta el peso de cada trepada y el quiebre de mil agachadas.
La adrenalina circula por las venas.
La boca se nos hace agua frente a rincones desahuciados, a medida que preparamos mágicos brebajes de amoníacos con aroma a góndola.
La vida que se atilda con el ir y venir de trapo y balde.
Queremos más, como el guerrero que quiere ¡sangre!
Aquel que no logre después de muchos ommmms calmar su mente, que pruebe con el trajinar doméstico.
Con el raspar de la virulana en las cacerolas.
Con el chuf aquí y el chuf allá del Cif multiuso.
O con el poderío del Mr. Músculo sobre los azulejos percudidos por años de vahos y salpicaduras atomatadas.
¿Es que nadie escribió una Oda al odex blanco?
¿Es que no hay quien componga un Himno a la lavandina?
¿No habrá tambores y trompetas para el final de fiesta, cuando todo brilla y la calma vuelve al cuerpo fatigado?
La casa se cierra.
Que nadie entre.
Que todos, pero todos, se queden... ¡afuera!

4.7.08

Buen fin de semana

"Quien necesita fumar para escribir, o bien lo tiene que hacer a lo Bogart, con el humo enroscado al ojo (lo cual determina un estilo bronco), o bien ha de soportar que el cenicero se lleve la casi totalidad del cigarrillo".
Juan Benet.

3.7.08

Shhh

Hay días en los que, de repente, surge el desánimo. Se busca el reposo en las páginas de algún libro, en la música más triste del mundo, en un rincón del propio cuerpo. Como una nube enngrecida que tiñe de gris aquello que miramos, que nos convierte en seres minúsculos y heridos. Habrá que esperar que vuelva la sincronía con el afuera, que se aquiete el destiempo, que se retome el compás trastocado.
Mientras tanto, que nadie diga nada, que ni una palabra me empuje más allá de este cielo que hoy es mío.

1.7.08

¿Y cómo es él?

Describir a una persona, con pelos y señales, es, creo, una de las dificultades con la que se encuentran algunos escritores. Acá va una colecciones de buenas semblanzas físicas, que he copiando últimamente en mi cuaderno de citas (¿mis preferidas? la de Bioy Casares y el autorretrato de Ángel Rama):

"Elogio matizado: ¨tiene una cara linda, pero más bien aporotada´.
Adolfo Bioy Casares. El descanso del caminante.

"En cuanto al rostro, no había perdido la expresión de perplejidad de la infancia. Continuaba trasmitiendo la impresión de estar habitada por alguien con quien quizás no había llegado a un acuerdo".
Juan José Millás. El Mundo.

"Parecía una persona corriente, a la que hubieran ampliado. Se movía más despacio que el resto de la gente, de la forma en que lo hacen los animales grandes del zoo".
Marx Haddon. Un pequeño inconveniente.

"Alguien toca a otro, con una expresión en el rostro como la de quien hunde el dedo en el polvo y luego observa la punta".
Peter Handke. El peso del mundo.

"Conocí algo de su estilo literario y temí verme enfrentado a una de esas mujeres arrolladoras. pero ella no era como su estilo leterario".
Mario Levrero. La novela luminosa.

"Su manera de hablar tenía algo de desligado, una cadencia remota y ensayada que me agotaba".
Siri Hustvead. Todo cuanto amé.

"Valeria tenía las narices dilatadas, muy abiertas, como un caballo que resuella o un chancho que huele mal o un viejo que se asusta: dos agujeros que no correspondían al resto de su cara, hacían que todo el resto de su cara pareciera una trampa, una equivocación".
Martín Caparrós. A quien corresponda.

"La calvicie, los ojos sin pestañas casi, los dientes sostenidos apenas por su prótesis, la flojera de la carne en el cuello, cómo empiezan las bolsas bajo los ojos, tan marcadas los días de fatiga, la mirada blanca, alucinada e inquisidora, ese bigote enrulado que no sé llevar, ni cortar, ni cuidar, el movimiento erguido del cuerpo como hendiendo los aires con una cabeza pronta a volar. Así soy, Dios, así soy, es inútil luchar contra el huracán con que se mueve el tiempo".
Ángel Rama. Diarios.

"Fuera como fuese, el aliciente de la indumentaria armonizaba con la voz, su forma de hablar rápida, cálida y musical incluso cuando estaba alterada, y con un considerable acento texano, una relajación de las vocales, una suavización, sobre todo del pronombre personal de primera persona y luego su manera un tanto indolente de enlazar las consonantes, de modo que una palabra tropezaba con la siguiente.".
Philip Roth. Sale el espectro.