Mi vieja siempre dice: no vayas al médico, que seguro te encuentran algo. Habrá quienes piensen qué barbaridad, pero a veces ella tiene razón.
Una vez por año voy a ver al dermatólgo. En cada visita, compruebo que el médico me revisa en dos minutos y me dice está todo bien. Cuando le pregunto, decime, ¿hay algo que pueda hacer contra las arrugas que no sea ni botox ni rellenos extraños?, me contesta, una y otra vez, nada, no te hagas nada.
Ahí fue cuando, tonta de mí, decidí cambiar.
Confieso que también me inquietaban las notas que leo en las secciones femeninas de los diarios acerca de láseres con nombres estrambóticos, liftings sin cirugías y cremas de última generación.
Así que pedí un turno con un dermatólogo "capo", como me dijo una amiga.
Que no quiero ni botox ni rellenos raros, le dije al nuevo doctor, en su coqueto consultorio. Que con mis amigas hicimos un pacto anticirugías. Que las patas de gallo no me molestan, (¡las tengo desde los 25!), que mis labios están bien, que arrugas en la frente no tengo, que las que me gustaría mejorar son estas de acá, ¿ve? ¿Habrá algo (¿mágico?) para atenuarlas o, al menos, contenerlas?
Él, como si no hubiera escuchado mi alegato, me habló de los rellenos y de un nuevo sistema para borrar OTRAS marcas de mi cara... ésas, ¡que yo jamás había visto!
Moraleja: me fui del coqueto consultorio con mis arrugas de siempre, sumadas a las que me descubrió el experto y que a mí, hasta ese momento, nunca, pero nunca, me habían molestado.
Una vez por año voy a ver al dermatólgo. En cada visita, compruebo que el médico me revisa en dos minutos y me dice está todo bien. Cuando le pregunto, decime, ¿hay algo que pueda hacer contra las arrugas que no sea ni botox ni rellenos extraños?, me contesta, una y otra vez, nada, no te hagas nada.
Ahí fue cuando, tonta de mí, decidí cambiar.
Confieso que también me inquietaban las notas que leo en las secciones femeninas de los diarios acerca de láseres con nombres estrambóticos, liftings sin cirugías y cremas de última generación.
Así que pedí un turno con un dermatólogo "capo", como me dijo una amiga.
Que no quiero ni botox ni rellenos raros, le dije al nuevo doctor, en su coqueto consultorio. Que con mis amigas hicimos un pacto anticirugías. Que las patas de gallo no me molestan, (¡las tengo desde los 25!), que mis labios están bien, que arrugas en la frente no tengo, que las que me gustaría mejorar son estas de acá, ¿ve? ¿Habrá algo (¿mágico?) para atenuarlas o, al menos, contenerlas?
Él, como si no hubiera escuchado mi alegato, me habló de los rellenos y de un nuevo sistema para borrar OTRAS marcas de mi cara... ésas, ¡que yo jamás había visto!
Moraleja: me fui del coqueto consultorio con mis arrugas de siempre, sumadas a las que me descubrió el experto y que a mí, hasta ese momento, nunca, pero nunca, me habían molestado.