25.10.10

Otra tara familiar


Hay un defecto ahí. Una discapacidad familiar. ¿Cómo no culparla a ella, a la madre, de este atropelladero? Me animo a decir que todos los hermanos (pongamos una máxima de 6/6 y una mínima de 4/6) empezamos así:

Tomamos amorosamente la caja en cuestión entre las manos; buscamos la punta del envoltorio para empezar a desenvolver. Tanteamos con los dedos, atentos a la arista que nos diga: "es acá". Al segundo, ya impacientes, empezamos a rasgar, así, suavemente. Un instante más y estamos arañando el celofán, todavía en eje, esperanzados.

Pero no. No hay caso.

Entonces todo nuestro cuerpo pone segunda, y a cuatro manos descuajeringamos, rabiosas, la frontera que nos separa del meollo del asunto. Arrancamos papel, destrozamos cintas y cajas en mil pedazos. Resoplamos impotentes, puteamos por lo bajo o por lo alto.

Esto mismo nos pasa con todo aquello que deba ser abierto: una caja de remedios, un pack de promoción de shampo más crema de enjuague, una caja de arroz, una coqueta birome envuelta para regalo, un paquete de galletitas, un pote de helado, un sachet de leche.

Qué frustración. Por más esmero que le pongamos nos vence la ansiedad, nos derrota la impaciencia en asuntos de abrir y encontrar.

Toda la culpa es de nuestra madre, aunque todavía no encontremos el porqué.

22.10.10

Viernes de cuestionario 8



1. ¿Cuál fue el disco que le cambió la vida?
Abbey Road, de Los Beatles.

2. ¿Con quién le gustaría pasar una tarde bebiendo y conversando?
Con el Doctor Alposta.

4. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?
Con H o sin hache.

5. ¿Qué libro le hubiera gustado escribir?
La apología de Sócrates (Platón)

Mis respuestas:

1. Debería decir alguno de Los Beatles, pero no. Si hago memoria, lo que vienen son aquellas tardes de mis 14 años, escuchando sin parar (literal) un LP de Carlos Gardel y otro de José Larralde.

2. Con Borges, con Bioy... aunque no deberían saber que yo estoy ahí. Que conversen ellos y yo los miro. Opción B: con García Lorca y su pandilla.

3. De entrega, de corazones que galopan, de padecimientos y de gloria.

4. La orgía perpetua, de M. Vargas Llosa, por la manera en que pudo trasmitir su deslumbramiento por Madame Bovary.
¡Buen fin de semana!

20.10.10

Nosotros y las cosas

Estoy tan ocupada que tengo ganas de que la campana del recreo empiece a sonar. Es que estoy en una edad en que una sigue siendo madre de sus hijos pero también empieza a ser madre de su madre. Y entre ellos me reparto, de aquí para allá.

Resulta que una de mis hijas se fue a vivir a Tucumán.
Torbellinamente, se fue. Como es ella.
Y dejó en su casa un tendal de cajas y cajitas con carteles para mí: para que me guardes en tu casa; para subir al altillo; para regalar; destino incierto.

No quiero ser mala, porque la pobre había trabajado sin parar; lo que quedó fueron las cosas de último momento, las que no le entraron en el camión de la mudanza ni en el auto, donde partió con novio, perro y bártulos al por mayor. Pero créanme, que todo era un caos.

Hace días que voy a limpiar, cargar, descargar, acomodar, podar, separar y tirar. Lo bueno (y lo que en realidad quiero contarles), es que cada vez que sacaba a la vereda los deshechos de mi hija, al instante tenía un cartonero o unos de esos viejitos que pasan en bici, silbando bajito, relojeando los despojos de los otros con mirada atenta.
Ay, qué lindo banquito –dijo una viejita cuando vio un minibanco de plástico viejo y ajado– ¿me lo puedo llevar para cuando arreglo mis macetas? Lleve nomás, lleve usted, y que lo disfrute, le decía yo.

Al rato pasa un hombre en auto, para justo frente a unas sillas desvencijadas que yo, prolijamente, había depositado al lado del paraíso de la vereda. ¿Me las puedo llevar? Claro, para eso están, pero habrá que arreglarlas...
ÉL, feliz, me dijo que era medio carpintero, y que le gustaba el desafío de convertir lo viejo en nuevo.

Entusiasmada por el entusiasmo del hombre, le dije: espere, tengo más. Y al rato salí con otras dos sillas, tan enclenques como las otras, pero con ciertas pretensiones de coquetería. Al hombre se le hizo agua la boca... y las fue cargando en el auto con un cariño ejemplar.
Así fueron desfilando, uno a uno, a cada rato. Todos se llevaban algo. Sospecho que no tanto por la necesidad, sino por el puro placer de rescatar de la calle esos objetos de nadie y salvarlos de la hoguera final.
Hoy el banquito tiene nuevo hogar. Hoy las sillas destartaladas habrán empezado su renovada vida.
Mejor así.

18.10.10

En el nombre del padre III


No puedo resistir la tentación de meter las narices en los libros que hablan del padre, de la madre, de la infancia, de la enfermedad.
A veces, todos estos temas se entretejen en la misma historia, como es el caso de Los hermanos Karamasov, de Dostoievski; Patrimonio, de Philiph Roth; El buen dolor, de Guillermo Saccomano; Papá, de Federico Jeanmaire; Resolana, de Lucía Mazzinghi.

Estos últimos tiempos anduve casi llorando por los rincones. Les cuento por qué.
Leí primero Algunas madres también se mueren, de Inés Ulanosvsky, la hija de Carlos U. y de Marta Merkin. Apenas pasadas las primeras páginas, pensé que no iba a tener el valor de acompañar a la hija en su dolor, pero lo hice, llegué al final.

Es un libro chiquito, hecho de retazos de recuerdos aún en carne viva, de rabia a la intemperie, de miedo y desasosiego, pero de un amor tan grande como la pena que cuenta. La hija se acerca a la escritura para acercarse a la madre, para no olvidar, y uno entonces agradece la palabra que dice, porque por momentos el dolor de Inés se convierte en nuestro propio dolor.

Seguí después –y sé que no es casualidad–, con Tiempo de Vida, de Marcos Giralt Torrente. Lo tengo subrayado de principio a fin.
Subrayé cada grito, cada momento de extrema lucidez, cuando el hijo decide desnudar el atasco continuo que fue la relación con ese padre que acaba de morir.
¿Cuándo empezó el silencio, el paréntesis, la congoja, la huida? Girald Torrente decide escapar de la ficción y escribir esta historia de dos con una sola voz, la propia, tan doliente y descarnada en su afán por reconstruir la figura del padre, como decidida a liberarla de adherencias y liberarse él mismo de perpetuos resentimientos.
Hay, finalmente, un encuentro: el mejor de los encuentros entre el hijo que queda y el padre que sufre y que muere cada día, impúdicamente pero ya sin tropiezos.
Llego a la página 200, a la última página. Cierro el libro pero no puedo dejarlo a un lado, como si quisiera volver a empezar y así descifrar en qué preciso instante el dolor fortalece y cura, no ya el cuerpo, sino el sentir más profundo, el del corazón que ha quedado herido.

Para terminar con este ciclo de tristeza infinita, leo Desartculaciones, de Sylvia Molloy, un lindo libro de Eterna Cadencia. No es la madre, no es el padre quien enferma en este caso. Es una amiga que padece Mal de Alzheimer. Son apenas 70 páginas de una especie de Diario de visitas: allí, Molloy se pregunta cómo cuenta el yo que no recuerda... pero se los cuento en otro post, para que no se pongan tan tristes.

15.10.10

Viernes de Cuestionario 7




1) ¿Cuál fue el último libro que leíste?
Silvia, de Aquiles Cristiani, y En la pausa, de Diego Meret. Los leí en simultáneo.
2) ¿Qué libro te gustaría leer en breve?
Principiantes, de Raymond Carver.

3) ¿Cuál es tu lectura diaria preferida?
El libro que esté leyendo. Mi timeline de Twitter. Algunos blogs. La sección deportiva del diario de mi ciudad natal. Los titulares de Página/12.

4) ¿Qué cosas te dan miedo?
El futuro. La vejez. No llegar a cubrir las necesidades materiales básicas mías y de mi hijo. Viajar en auto por la ruta a más de 120 kilómetros por hora. Tener menos libertad de la que tengo. Accidentarme. Tomar decisiones equivocadas. Los extraterrestres. Volverme loco. Que dejen de quererme. Que a mi hijo le pase algo malo.

Mis respuestas:

1) Tiempo de vida, Girald Torrente.

2) Diario de una ama de casa desquiciada, de Sue Kaufman (especie de Cheever femenino), pero no se consigue acá, tendría que irme a España. Las memorias de Pilar Donoso, que tampoco se consigue. Y algo de Ignacio Molina, porque leí una crítica que me interesó.

3) Los titulares de los diarios y alguna nota de fondo. Los blogs. Un paseo veloz por facebook y twitter, el libro que me tiene atrapada más otro que llevo siempre en la cartera. Por lo menos.

4) La vejez, aunque cada vez menos, creo que llegaré inmunizada. Las enfermedades. La demasiada gente. Los micros de larga distancia. Agarrarme una conjuntivitis virósica. La ruta.


¡Buen fin de semana! Ojalá que sea con sol!

12.10.10

Ordenando la biblioteca




Intento ordenar mi biblioteca, pero no sé cómo.

Sólo sé que cuando quiero buscar algún libro, me acuerdo del lugar exacto en el que está. Voy derecho hacía allí... y enorme es mi desilusión cuando no lo encuentro. Entonces empiezo: ¿a quién le presté Los Hermanos Karamazov? ¿cómo pude? ¿Y aquella primera edición de Boquitas pintadas? ¿¿¿Y Las Hortensias, de Felisberto, regalo de mi hermano Ale??? ¿Por qué no me los devuelven?

Por eso, desde hace un tiempo inauguré un estante especial en donde habitan los libros que no presto a nadie. O porque los quiero mucho o porque están demasiado subrayados y marcados... o porque me muero si los pierdo. Ahí siempre están:

Prosas apátridas. Julio Ramón Ribyero.
Cartas a L. Colet. Flaubert
Descanso de Caminante. Bioy Casares.
Biografía de García Lorca.
El peso del mundo. Peter Handke.
Diarios de Cheever.
Diarios de Ángel Rama.
Alta Fidelidad. Nick Hornby.
Conversaciones con Thomas Bernhard.
Conversaciones con Paul Auster.
Conversaciones con Lobo Antunes.
Conversaciones sobre Borges. Cañeque.
Crítica y ficción. R.Piglia.
Copi. Aira.
Cicatrices. Saer.
Narraciones I y II. Saer.
El concepto de ficción. Saer.
La edad de la razón. Sartre.
La enfermedad como metáfora. Sontag... entre muchos otros. ¿¿¿Está mal???

Mientras sigo ordenando y se me va el enojo, van estas fotos de otros de mis libros-tesoros, para que se maravillen un rato! Atenti al año de edición...


8.10.10

Viernes de Cuestionario 6



Mario Vargas Llosa
1) ¿Su ideal de la felicidad terrestre?
No hay “felicidad terrestre”. Lo que está más cerca se consigue, pienso, en el absoluto acuerdo entre lo que uno cree y lo que uno hace.

2) ¿Por cuáles faltas tiene usted la mayor indulgencia?
Aquéllas que se cometen por fidelidad a una pasión.

3) ¿La virtud que prefiere?
La lealtad.

4) ¿Quién le hubiera gustado ser?
Un explorador, un bucanero, algún aventurero con una trayectoria complicada y multicolor.

Mis respuestas:

1) El día en que todos mis deseos se hagan realidad.

2) Por aquellas que no dañaron al otro en el camino.

3) La bondad.

4) Cecila Roth cuando Fito le cantó: "♫ Tengo ♪ en mi cama una ♫ Venus en llamas, una duda desnuda, ♫ una mina de seda...♪ mi sueño, mi vigilia, mi ♪ adicción ♪... ♫Ceciliaaaaaa♫". Sólo en ese momento.

¡Buen fin de semana largo!

4.10.10

Más Bioy


Unos días en el Brasil (Diario de un viaje), de Adolfo Bioy Casares se me hizo un libro irresistible.

De dónde habrá salido, me pregunto cuando lo veo en la mesada de la librería. Leo en la Introducción que se trata de un viaje que hizo Bioy en 1960. En 1991 se publicaron unos pocos ejemplares y ahora, en el 2010, llega la segunda edición con una serie de fotos tomadas por el mismo escritor.
Es un diario corto, apenas unas 80 páginas: una pena, me quedé con ganas de más, y quearse con ganas de Bioy es horrible.
Porque el registro de Bioy en sus diarios es, además de inteligente, muy divertido. Escribe cosas como éstas:

"¿Para que voy a ir al Congreso si no hablo. Soy un escritor por escrito".

"No hay salvación, tengo que hablar. Balbuceo tres o cuatro palabras, en voz muy débil, quedo trémulo y extenuado".

"Hablo de Borges y no encuentro más temas".

En Brasilia se muere de calor, entonces escribe: "Tendré que rever mis ideas sobre el calor, yo creí que era deprimente. Nada de eso. Esto es una hoguera, o quizás una retora, donde el brasilero crece, corre, grita, produce con celeridad pasmosa y bastante alegría".

Si lo tuviera enfrente, le preguntaría por qué dice el Brasil y no Brasil. Por qué escribe "San Pablo es desmesuradamente hermoso" en lugar de "hermosa". Qué quiso decir, exactamente, cuando describe a una señora con la que debe compartir un taxi: "Es rubia, joven, no fea". Bioy no dice: "es linda". Dice: "no fea". Me gusta, pero quisiera saber por qué.

Más adelante vuelve a describir a la delegada belga que conoce en el Congreso: "Una buena señora, de aspecto de gallina albina, no tonta". No dice: "inteligente". Dice "no tonta". Ni muy muy ni tan tan, pienso yo, mientras me río, pobrecita, de la gallina albina.

"Almorzamos en el Hotel Guanabra, no mal": lo que hace pensar, en este caso, que el resultado fue más bien malo que bueno.

Cerca del final del viaje, hace un balance, de esos que tanto me gustan a mí:

"El mejor recuerdo del viaje: sentirme solo en Braislia.

Una gran desilusión del viaje: no encontrar a Ophelina. Una pena románticauna pena romántica!). Tantas veces imaginé una conversación con ella ( ah, ¿cómo no la escribió?) que me había acostumbrado a la idea de que la vería".

¡Quiero más Bioy! ¿No quedará otro Diario escondido por ahí?

1.10.10

Viernes de cuestionario 5


José Pablo Feinmann

1) ¿Qué son dos tazas de Café?
Un diálogo, con verdades profundas.

2) ¿Qué significa la noche?
Develación de secretos, silencio creativo, plenitud.

3) ¿Cuál es el buen cine?
El que seduce y entretiene, pero ofrece elementos críticos.

4) ¿Hay algo perverso en el sexo?
Sí: El sexo sin amor.

5) ¿La madurez tiene magia?
Tiene el encanto de lo que fue puesto a prueba por vida.


Mis respuestas:

1) Intimidad, en el mejor de los casos. Suplicio, en otros.
2) el torbellino en medio de la calma chicha.
3) El que no es aburrido.
4) El sexo sin amor, sin intimidad, sin encanto y sin encuentro.
5) Escucho en la radio: "Dejar de ser joven no es para mariquitas", ¡perfecto!
¡Buen fin de semana!