15.8.07

El peso del mundo

Uno de mis libros preferidos, ése al que vuelvo una y otra vez, a veces sin siquiera saber qué busco, es El peso de mundo, de Peter Handke.
¿Quién no se ha encontrado, alguna vez, observando el aire alrededor, apresando aquello que de extraordinario tiene lo cotidiano, hasta convertir una imagen instantánea en puro lenguaje?
En la mayoría de los casos, el mirar queda en el olvido. Nuestra memoria, perezosa, no recobra lo que el instante supo apresar. ¿Para qué? Simples observaciones, útiles para nada.
Pero de tanto en tanto, en momentos de rara epifanía, traducimos en palabras ese gesto que miramos al pasar. Manoteamos, entonces, una frase en la servilleta de la mesa de un bar o, en plena duermevela, de golpe, percatados de que hemos dado con las palabras exactas parar el gesto de aquel hombre en esa esquina, garabateamos a oscuras sobre cualquier papel, la clave de ese momento único.
Transcribo algunas de las maravillosas anotaciones del libro de Handke, cuyo páginas se interrumpen sin porqué.

En el medio de la conversación aparece una araña: se la busca y se la mata; después se sigue hablando.

Poner la cabeza entre las manos: ternura para con uno mismo.

A veces, en sordo monólogo, me hablo retóricamente.

Después de leer una hermosa carta, sentir "un fuerte abrazo" como si fuera un fuerte abrazo.

Como si para muchos la sexualidad fuera la única forma de experiencia, la única forma de contacto con el mundo.

En la tristeza, la necesidad de estar bien vestido.

Mientras cumplía una tarea elevada, sacaba la lengua en un gesto de incomodidad.

La vendedora en el supermercado: como si hiciera tiempo que dejó de esperar un gesto de amabilidad por parte de alguien.

Después de un andar muy elegante, de pronto, la mujer se pone a caminar como una ramera, caliente, vulgar, aliviada.

El odio a la gente que se pone los anteojos de sol arriba de la frente.

Un niño silba, le sale después de años de ensayo.

Ella camina por la calle con paso rápido y firme, y alguien le pregunta: "¿Usted camina así para que nadie la moleste?".

Los trabajadores en la vías: como si todos fueran iguales, ningún capataz o jefe o alguien con más poder, se gruñen entre sí, se empujan, y después se ríen a carcajadas.

En plena luz del día, una mujer cerraba las persianas, arriba, en una casa; levanté la vista hacia ella y nuestras miradas se encontraron como las de dos aliados momentáneos.

En la casa ajena, él mira todo para tener algo nuevo para sus sueños.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mirá vos, que lindo, ni sabia que exstia ese autor, cuando junte algo de plata me compro el libro porque "argentinos" de Lanata me está aburriendo. Poder leer es lo único positivo de mi trabajo. Gracias por tu coment en mi blog, beso!

Estrella dijo...

Te va a gustar, Ele, es un escritor austíaco. El libro está editado por A. Hidalgo.

Mascaró dijo...

También prometo leerlo. Somos hermanos, no mellizos, gemelos ¿sabías? No hubiera desdeñado ni una de todas las frases de tu selecciòn. De paso ¿esa es tu foto? (está oscura y no se ve nada).

Anónimo dijo...

Me encantaron las frases. Tu opinión sobre el libro no deja alternativa. Prometo leerlo.

Estrella dijo...

crab, no, no osy yo, puse esa foto porque me gusta mucho, ls sacó Magdalena (link De la Magdalena): entrá que te va a gustar.

conocido de la vida,

Estas frases que copié son apenas una muestra de las inquietas observaciones de Handke. Te va a encantar! Gracias por los mensajes!!

Jotafrisco dijo...

Aquí uno más sorprendido por no saber de tu blog.

Gracias por encontrar el punto medio. (Bueno, ni muy muy...)

Estrella dijo...

Jotafrisco,

¡Cómo me gustó encontrarte por acá!
Si se te ocurre alguno, soplá, nomás.