16.7.07

En tela de juicio


Ladran, Sancho,
señal que cabalgamos.

Es ésta una de las frases que más se repiten y que menos tolero.
Vamos por partes.
En la mayoría de los casos, sólo se dice: "Ladran, Sancho...", con carita de triunfo, como la de aquel que acaba de ligar el as de espadas.
No suele citarla gente erudita, sino todo lo contrario: aquel que no ha leído ni Platero y yo, arremete con el "Ladran, Sancho" cuando, por ejemplo, se habla de él o de ella, no precisamente para alabar virtudes o destacar conductas ejemplares.
Digámoslo así: si Nazarena Vélez sale en todas las revistas porque se atragantó con el caño, o si la Moria-que-de-tan-operada-parece-un-travesti se enroscó en un beso revulsivo con Gracielita-la-que-no-envejece, y todos (¿¿todos??) hablan de ellas, lo más probable es que frente a la inquisición de los periodistas faranduleros, sacando pecho (¿¿es necesario más??) y con caras trinfadoras, contesten: "Ladran, Sancho...".
Si alguna vez la tenés en la punta de la lengua... ¡no la digas!
¡No!
En ningún párrafo de las andanzas del buen Quijote, el caballero andante le dice a su amigo algo ni siquiera parecido a: "Ladran, Sancho, señal que tropezamos".
Es así. Aunque no lo creas.

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