16.6.10

Más historias sudafricanas

El mismo día de nuestra llegada a Ciudad del Cabo, llamamos a Martín, el hijo de un amigo de mis padres, que había sido cónsul en Sudáfrica. No sabíamos nada de él, sólo que vivía allí desde hacía años y que estaba casado con una alemana. Fue vernos y saber que seríamos amigos para siempre. Sus años de argentinidad se le adivinaban en los gestos, en la forma de abrazar, en el cariño que nos brindó desde el primer "hola".
A su mujer alemana creo que de entrada no le caímos muy bien: "Típica argentina -dijo- con jeans y pelo largo". Ella era mucho más sofisticada que yo, elegante, siempre vestida como quien vive de cóctel en cóctel. Supongo que le parecimos un tanto rústicos y descontracturados. Un día llamamos a las 9 de la noche a su casa y ella, muy enojada, nos paró en seco: "No son horas de llamar a una casa de familia". Glup, pensamos los dos; pero hablamos igual.

Así nos fuimos dando cuenta de que nuestra manera de ser nada tenía que ver con la de los sudafricanos. Imposible caer en la casa sin avisar o invitarse de un día para otro. La cena a la 6 de la tarde; a la cama a las 10 de la noche; los esperamos a cenar dentro de un mes.

Uno de los programas preferidos de los sudafricanos era juntarse los sábados a la mañana a tomar un desayuno completísimo, con fiambres, scons, salchicas, riñoncitos y exquisitos panes integrales. Yo, debo decir, nunca pude pasar del pan y los scons con mermelada y crema.
No tuvimos verdaderos amigos sudafricanos, solo unos pocos, aquellos que se salían del deber ser capetoniano.

Por supuesto, conocimos muchos argentinos, algunos de los cuales decidimos que era mejor perderlos que encontrarlos. "¡Qué hacemos con este tipo!", me dijo un día J., "si estuviéramos en Buenos Aires no nos daríamos ni la hora". Listo. Y nos dedicamos a evitarlos, pues eran realmente calamitosos. Otros, en cambio, se convirtieron en grandes amigos, como Billy, Marta, y Gabriel, un médico argentino que aún vive en Ciudad del Cabo, casado con una bellísima mujer india.

Cierto es que durante los primeros tiempos en Ciudad del Cabo casi no tuvimos relación con no blancos, más allá de la cajera del supermercado o el hombre de la estación de servicio. Fue gracias a Gabriel que conocimos a otros médicos, negros o mestizos. Era muy impresionante conversar con ellos, saber qué sentía un gran cirujano que ganaba mucho menos que un cirujano blanco o que vivían con la certeza de que, de ninguna manera, podían enamorarse de alguien que no fuera de su condición.

Mi tercer hijo nació allá.
Inexperta y tonta, acepté como obstetra a un doctor que no me gustaba ni un poco. Por miedo a parecer una mujer malcriada que extrañaba a su doctorcito Leopoldo, hice tripas corazón y simulé una conformidad que no sentía. La experiencia fue terrible, pero de eso mejor no hablar.
Durante mis dos embarazos anteriores en Buenos Aires, había ido a clases de gimnasia y preparación para el parto. Todas con nuestras enormes barrigas, haciendo abdominales y ensayando pujos y respiraciones. Cada tanto, faltaba una en la ronda barrigona: "¡¡Fulanita tuvo!!"... y entonces todas nos abalanzábamos para saber más: "¿A que hora nació?, ¿cuánto peso?, ¿en cuantos pujos?, ¿el marido se lo bancó?, ¿rompio bolsa?, ¿le pusieron goteo?"... Y la clase de ese día se convertía en pura fiesta.

Intenté repetir la experiencia en mi tercer embarazo. Era, supongo que pensé, una buena manera de relacionarme con otras mujeres, pero no fue fácil. Un buen día, una no apareció. Habrá nacido su bebé, supuse; ahora nos contarán. Pero nada. Al terminar la clase, me animé a preguntar. "Ah, sí, tuvo ayer", me contestó la profesora. Nada más. No hubo preguntas, nadie quiso saber.
No es que no les importara. Con el tiempo, me di cuenta de que esa aparente indiferencia no era tal, simplemente, eran demasiado respetuosos de la vida del otro, no preguntaban si nadie les daba luz verde, simplemente, por temor a invadir la intimidad del otro.
Decidí capitalizar lo bueno e ignorar lo que no me gustaba. Ciudad del Cabo tenía para mí hermosas montañas, las playas más lindos del mundo, la vida tranquila de una ciudad pequeña. Además, nos gustó sentirnos seres casi anónimos, libres de cualquier pertenencia.
Pasé esos dos años ocupándome de la casa y criando a mis hijas de 2 y 3 años, cosa que me daba mucha felicidad porque creo que nada, pero nada en la vida, me gusta más que los niños. Sin muchos amigos, lejos de la familia, sin tele ni radio, pasaba las horas con ellas. Jugábamos, paséabamos, caminábamos por los bosques, nadábamos en el mar.

Por suerte, me había llevado cantidad de libros y discos, que me mantenían conectada con mis pagos, además de las larguísimas cartas que escribía y las que me traía el cartero todos los martes. Al tiempo el stock de libros se acabó y no tuve otra opción que leer en inglés. Descubrí así a Doris Lessing y a Coetzee, entre algunos otros.
Podría seguir horas y horas, pero se me hace que ya los aburrí.

31 comentarios:

S. U dijo...

No, no me aburrí.
¿Sin tele ni radio? ¿Por qué?
Y también estaría bueno que pusieras la lista de libros que te llevaste y los que conociste alla.
Bss
A Angelina

Mari Pops dijo...

que bien que hace perderse en el anonimato extranjero un tiempo!

T.M. dijo...

Que bello relato sobre un lugar tan conflictivo durante tanto tiempo. Solo la valentía de un hombre como Mandela, logró lo que ningún otro aunque con creces sobre su vida misma. Seguí contando sobre la vida en ese lugar, que tus claras explicaciones quedan grabadas en nuestras mentes como el mejor libro leído. T.M.

Angie dijo...

Aunque sé lo que viviste, lo leo queriendo saber más. Muy buenas las 2 entradas de Ciudad del Cabo.Ciudad donde se conocieron mi hijo y mi nuera cuya hija estoy disfrutando ahora en Madrid
Besos!!

Betina Z dijo...

No me aburre para nada, al contrario: me gusta mucho que una compatriota me cuente cómo ha sido su vida cotidiana en un lugar tan lejano y ajeno.
Bué, me gusta cómo lo contás vos, porque hay relatos de viaje que sí son un embole (y si vienen acompañados con 500 fotos digitales, más bien son una condena :o)
Qué manera de empezar la vida, tus niñas: con una mamá 100% dedicada a ellas, jugando, caminando por el bosque y nadando en el mar... Lindísimo. Seguí contando!

Ángel eléctrico dijo...

Cuánta experiencia, Estrella! Nada de aburrido, seguí compartiendo con nosotros tus experiencias porque la verdad tenés mucho para contar...

Ceci dijo...

Impactante. Me leí las dos partes de un tirón. Muy impresionante la definición por la negación: "no blancos"...
Y sigo, sigo leyéndote.

Anónimo dijo...

Me gustan, me gustan mucho estas narraciones.
saludos
mili

crisitna dijo...

a mi tambien me gusta, me imagino a vos sentada en una silla y todos alrededor cuall niños escuchando tu relato.
quiero mas!!!!
y cuando ustedes estaban alla, aca yo extrañaba horrores a mis sobrintas tan queridas!!!!!!.

Yoni Bigud dijo...

Supongo que debe ser enriquecedora la experiencia de vivir en el extranjero, aun con todos los contratiempos que nos menciona. Yo jamás lo hice, pero siempre se está a tiempo.

Un saludo.

PS: ¿RIÑONCITOS?

Poli dijo...

Aburrido? Para nada! Me parece increible todo lo que viviste en tierra extraña, y de una riqueza extraordinaria. Tan distintos los modos, las costumbres... lo de la alemana no me extraña, es un hecho, tengo parte de familia alemana y algunos que siempre vivieron allí, y son así, nada de "mañana nos juntamos".

Anónimo dijo...

Hola Tia Estela!

que lindos cuentos! te pone melancolica?

yo volvi hace 2 años de vivir afuera y pienso en todo lo que vivi alla y hay dias que extraño...

ana

lucia dijo...

seguiiiiiiiiiiiiii.........! es todo nuevo y ademas, se completa con los comentarios de los que estaban aca

La condesa sangrienta dijo...

Para nada aburrido!
Una crónica interesante, ilustrativa y conmovedora. Espero por más.

Stella dijo...

Por mi seguí horas y horas, no es nada aburrido, de verdad!
Me encanta conocer costumbres tan distintas a las nuestras!

Besooos

S. U dijo...

Me imagino a Estrella, en medio de la naturaleza, los bosques, las playas y las montañas, paseando con sus niñas.
Muy bello.

Carlos G. dijo...

Lo contás muy bien Estrella.
Qué cierto eso de que, a veces, uno se relaciona con gente con la que, en situaciones normales, no se trataría ni un poco.
El cuento del respeto por la privacidad del otro...es un problema de equilibrio (siempre tan difícil), me recuerda la horrible historia del austríaco que tuvo a su hija encarcelada en un sótano durante años, concibiendo hijos con ella; allí también, leí, la gente, los vecinos, no se metían, respetaban mucho la intimidad.
Buenas historias cotidianas las tuyas, muy interesantes, le dan un buen marco y ayudan a acortar la espera del partido. :)

Juli dijo...

Yo podría seguir leyéndote horas y horas
Gracias por estos relatos!

Glenda dijo...

No, aburrirme nunca. Hacía mucho que pasaba silenciosa, estoy muy agotada. El partido me sacude la modorra mientras te leo.
Abrazo.

Anónimo dijo...

Que buena experiencia, Estrella.
Vos sabías que Martín fué muy amigo mio?, nos recibimos juntos, un tipo muy divertido.
Conocí a su mujer alemana en un viaje que hicieron hace muchos años. Mi contacto con él era su padre, a quien quise mucho.

Estrella dijo...

ANGELINA,

Porque solo había televisión a partir de las 5 de la tarde y de los siete días de la semana, 4 se transmitía en africaner y 3 en inglés o al revés, no me acuerdo. Era la época en que se me había dado por los escritores latinoamericanos. Me acuerdo perfectamente que en esos años leí mucho a Vargas Llosa, Carpentier, Scorza...


MARY,


Sí, imagino que algo así te pasará a vos. Tiene sus ventajas. también uno anda por la vida más despreocupado, como en un gran paréntesis. ¿Te pasa algo así?

TM

No te das una idea del gusto que me da leerte!

HERMANA ANGIE,

Ajá, ahora hablás, ¡a la distancia! Un beso a todos por allá y dos (2) para Martina! ¿Cómo está el tiempo en Madrid?

BETINA Z,

Gracias! respiro aliviada, me entusiasmé con los cuentos. En ese entonces no habia fotos digitales, así que se salvaron. Fui una madre de tiempo completo, imaginate que estábamos bastante solas durante todo el día; pero ellas estaban en esa edad increible, en la que empiezan a captar el mundo. Empezaban a hablar en inglés y yo me divertía mucho con sus conversaciones.

ÁNGEL ELÉCTRICO,

Fue un gran experiencia, con su lado positivo, pero negativo también. Ya les contaré. Gracias!

CECI,

Suena raro, ¿no? Como conté en el otro post, la primera vez que me preguntaron si era white or no white no entendía absolutamente nada. Gracias, de verdad, por el entusiasmo, ceci!

MILI!

Saludos para vos!

CRIS,

Se ve que las puse nostalgiosas, porque a las hermanas se les ha dado por comentar :) ¿Te acordás lo que eran las chicas?

YONI,

Y las historias que podría contar usted desde allá...

Riñoncitos, a las siete de la mañana, qué cosa seria. Nunca me pude acostumbrar a eso ni al huevo revuelto y mucho menos ¡a las salchicas!

POLI,

Si te invitaban a cenar, era con quince días de antelación, cosa que a nosotros nos daba claustrofobia. Más allá de eso, la mujer alemana resultó ser una buena mina. Gracias por pasar!

ANITA,

¡Hola! Y, sí, un poco sí, no tanto por Ciudad del Cabo sino más bien por los hijos tan chiquitos, que como vos sabés, son mi debilidad. Vos estuviste muchos años, Ana, se hace más difícil la vuelta. Beso!

LUCÍA,

¿Nuevo? ja, debés de haber escuchado estos cuentos unas cuantas veces. Eras tan tan boniiita!

CONDESA,

Gracias!

STELLA,

A vos, con tus siete hijos, te hubieran deportado por coneja. Si a mí me miraban con cara de loca cuando tuve el tercero...

CARLOS G,

Contesto esto después del 4 a 1! Qué alivio y qué alegría.En cuanto a los argentinos que vivían allá, algunos, muy buena gente, pero otros eran espantosos. Ahí te das cuenta que lo argentino no basta para unir a las personas. Al contrario,, confieso que algunos me daban verguenza.

JULI,

Sos un sol.

GLENDA,

La modorra, ¿dónde habrá quedado? Me gusta que pases, aunque seas silenciosa: gracias

Estrella dijo...

CONOCIDO DE LA VIDA,

No, no sabía, ¿en serio? Es el padrino de mi hijo, el que nació allá y vos conocés. Un tipazo, igual que su padre Tito, que era íntimo de mi viejo. Nos veíamos mucho y hablábamos horas del barrio, del club, de su familia. Y además me pedía que le cocinara las comidas que extrañaba, sobre todo, tortilla de papas y guiso de lentejas! Hace mucho que no lo veo, pero estamos siempre en contacto. Ahora mismo le voy a mandar un mail porque debe de estar feliz con el triunfo de Argentina en el partido de hoy.
Mirá vos...

Anónimo dijo...

Noooo!!!!!
Aburrir para nada, todo lo contrario!
Es tan interesante saber como se vive afuera, lejos de casa, entre otras voces, como se transforma lo cotidiano, y se adapta en otro lugar.
Me encantan estas experiencias.
Gracias por compratirlas!
un beso

Juanma dijo...

Me quedé pensando en esa alemana, tan fría y distante, en contraste con el argentino diplomático.
Hermoso recorrido por esos tiempos, tan tuyos, en familia.
Quiero conocer más acerca de ese parto, porfa.
Besote!

S. U dijo...

UY, sCORZA, eSTRE!, ése no lo tengo.
Averiguaré.

Anónimo dijo...

Depués pasame su dirección de mail.
Igual mandale saludos mios y de Rafa.
Gracias

La herida de Paris dijo...

¿Viste anoche "Clase turista"? Aparte que es uno de las joyas que se pueden encontrar en televisión, estuvo dedicado a Ciudad del Cabo, así que te tuvimos muy presente.

Seguí con las crónicas están buenísimas y me hacen acordar a nuestros 5 años de exilio. Como decís lo del sabor del anonimato es siempre una de las cosas que mas rescato de esa experiencia.

Saludos

Estrella dijo...

NADASEPIERDE,

La verdad es que pensé que reslutaría aburrido, me alegra saber que no, gracias!

ERNESTO,

Eran muy distintos, pero los dos buena gente. La alemana después se aflojó y resultó muy buena persona, no se crea...!

ANGENLINA,

Redoble por Rancas, me acuerdo.

CONOCIDO,

Acabo de escribirle a M, le mandé tus saludos.

HERIDA,

¡no! Justo ayer no lo vi. Me encanta ese programa, lo descubrí hace poco. La semana pasado fue el turno de Berlin, y la anterior de... ¿una ciudad americana?
¡Cómo me perdí el de Ciudad del Cabo!

Seguiré con las crónicas, entonces. Gracias opi.

Anónimo dijo...

¡Qué buenos relatos Estrella! Pinceladas de dos años de experiencias... Pero hay mucho más, seguí y después hacés un librito con la vida de una argentina en Sudafrica. J.

La herida de Paris dijo...

Yo vi todos lo programas, pero increíblemente me perdí el de Roma.

Será el destino.

Saludos

Winter dijo...

Imposible aburrirse. Comparta, please!