1.10.07

Adhesiones y aversiones de lugares y no-lugares


Sólo, como un poeta en el aeropuerto,
así estoy yo sin tí.
Joaquín Sabina

Dijo alguna vez Pablo Neruda que él escribía cuando quería y dónde podía, y es ese dónde el que me lleva a pensar en el lugar que el lugar ocupa en el vivir.
Hay espacios ya sabidos, y otros, nuevos, que desde hace algunos años forman parte de las grandes ciudades y que nosotros, sus habitantes, vamos asimilando, felices o resignados.
Marc Augé, antropólogo francés, habla de los no-lugares y los define como esos espacios gigantes y anónimos donde la gente tiene vínculos fugaces y donde se ponen en juego los problemas de la simbolización y la identidad.
Son lugares a los que ingresamos desprovistos de legajo y en dónde avanzamos hacia el otro sin palabras, atentos a las señales invisibles, a las voces metálicas y monocordes, a las sonrisas automatizadas, que nada tienen que ver con una mutua empatía o con un simple acto de cordialidad, donde se anula de un plumazo nuestra frágil capacidad de percepción.
En los no-lugares todo se define a la manera de un gran espectáculo: uno puede imaginar al colosal escenógrafo, al director, que marca posiciones y planifica eficiencias; al sonidista benévolo, al iluminador perfecto para que nuestro fascinado mirar salte sin obstáculos de una a otra pasarela. Todos somos lo mismo en un no-lugar, una suma de individualidades repetidas y solitarias jugando al oficio mudo, sintiéndonos el centro del universo porque estamos ahí, instalados en la actualidad más sublime donde las cosas pasan. Desde nuestro permanente circular, vamos registrando los mismos mensajes, obedeciendo iguales códigos, respondiendo a las mismas y esperadas consignas.
Solos y parecidos, sin historias que contarnos, vivimos el instante de ese presente, atrapados entre paréntesis que nos cobijan. En los no-lugares todo será predecible, porque no habrá nada que temer, porque letras sordas nos marcarán siempre la entrada y la salida, y no existirá nube negra que pueda caer sobre nosotros.
No importa que el tránsito por el no-lugar nos encuentre en la ciudad de Tokio, Honolulu o Nueva York, nos sentiremos siempre "como en casa", interactuando en cada autopista con similares textos informativos, recorriendo un shopping, ávidos y expectantes, listos para acceder a todo aquello que de tan conocido se nos vuelve imprescindible, o deambulando por un aeropuerto a la espera ansiosa de encarar una quincena de dicha estandarizada.
Porque nuestras necesidades se van pareciendo, no importa en qué idioma hablemos. Tanto fuego de artificio termina por convertir nuestra libertad en una libertad ficticia, y elegimos, sin darnos cuenta que hemos caído en la sutil trama de los espacios paradigmáticos de estos tiempos nuevos.
Y entonces nos sentimos actuales y agradecidos por los muchos beneficios que, sin duda, los no-lugares traen a cuestas. Algunos de nosotros accedemos a aquello impensable años atrás. Podemos andar y desandar en medio de temperaturas benignas entre espacios armoniosos, sin claroscuros que amenacen nuestro recorrido. Podremos, quizás, concretar nuestros sueños veloces y seriales, si somos lo suficientemente eficientes para realizarlos antes de que una nueva necesidad empuje a la anterior en nuestra mesa de novedades.
Habrá quienes aplaudan cada nuevo complejo que, de repente y sin vacilaciones, se instale en medio de una ciudad; habrá otros que, temerosos de tanta velocidad y tanto cambio, se aferren, nostálgicos, a aquello destinado a desaparecer, y no faltarán los que acepten, apáticos y despreocupados, las nuevas reglas del juego.
Pero creo que en todos asoma una cuota de leve impotencia o cobardía y, quizás, algunos no sepamos como detener la correntada y defender aquellos lugares que nos nombran y nos identifican, y que nos dan la maravillosa oportunidad de comunicar y comunicarnos, sin prisas y con pausas, libres de estridencias, donde podemos ser únicos y distintos, y así reconocernos en cada diferencia.
Sería difícil imaginar a Neruda escribiendo cuándo quería y dónde podía si ese dónde fuera posible únicamente en estos espacios anónimos y estériles, en los que difícilmente las palabras puedan sonar y dejar su huella.
Quizás, con el tiempo, no podremos ya elegir los lugares donde queremos estar o volver porque sencillamente no estarán. Los nuevos espacios, inclementes y sólidos, irán avanzando sobre los otros, listos a responder a cada una de nuestras nuevas y libres necesidades, que sin previo aviso de fieles deseos, se instalarán en nuestro mundo de sueños globalizados.
No puedo imaginar a Julio Cortázar sin sus lentas y largas recorridas por los cafés y las plazas únicas de Buenos Aires, atento siempre a los gestos olvidados.
Onetti decidió un día que no había lugar más lugar que la cama, mientras leía lo que Faulkner había escrito en el vestíbulo de un burdel. Bernardo Kordon supo imaginar desde la calle Corrientes los sueños de una ciudad contradictoria y, sin la ciudad más absoluta, es inconcebible Roberto Arlt.
Osvaldo Soriano iba en busca del silencio y de los signos de la noche, y a Virginia Wolf le bastaba apenas su propio cuarto. La Biblioteca era el marco que despuntaba el talento de un Borges; Hemingway necesitaba del sol de cada amanecer, Manuel Puig, del contacto con el mar, y Octavio Paz, de las largas caminatas para acomodar, al ritmo de cada paso, la melodía de sus versos.
Cuenta Saramago que es en Lanzarote donde puede ver en primavera lo que se vió en otoño, ver de día lo que se vio de noche, y Eduardo Galeano busca lugares donde las palabras se parezcan a lo que nombran desde su Montevideo que huele a pan en verano y en invierno a humo.
Por eso, muchos de nosotros recibimos a estos lugares con cautela y nos resistimos a la tentación de aceptarlos sin preguntarnos qué vamos dejando en el camino. Quizás podamos convivir todos, lugareños y no-lugareños, y así preservar nuestra libertad, y con ella nuestras pasiones, sueños y deseos, en la medida en que, como Neruda, podamos elegir a dónde ir.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

lugar o no lugar?

ante todo me encanto lo que escribiste.
Sin duda que, nuestro lugar, el de cada uno, es cada vez mas dificil de encontrar por eso es que hay que tratar de defenderlos como podamos. Estando en ellos, mostrando que son nuestros y que los queremos. Creo que lamentablemente hay muy poca gente a la que le importe un lugar, por el lugar en si mismo o por lo que el lugar signifique para ellos y no por lo que el lugar significa en cuanto a moda o uno de esos lugares alos que "hay que ir".
Un poco todo esto tiene que ver con lo que era y como era Bar 6, para mi.
por ahora, ta.
Aca sigo buscando un lugar en invierno

Estrella dijo...

Es así, pero no sé si depende de uno, es como si nos llevara la correntada, y hacia allá vamos, algunos haciendo la plancha, otros pataleando de tanto en tanto... no lo sé. Para mi es importante poder elegir, siempre que haya qué elegir.
Gracias infinitas por tus comentarios, son muy importantes para mí.

El Caballero de la luna dijo...

Nunca mejor dicho. Te felicito.
Ahora... este, ¿también es un no lugar?

Juan Gonzalez del Solar dijo...

Creo que Auge olvida en su texto la parte única de cada uno, que el lugar es según cada uno. Este texto lo completa.
Abrazo grande

Anónimo dijo...

lamentablemente creo que no son muchas las veces en que se puede elegir, sin duda menos que las que uno cree. Como decis vos, cuando se puede, hacerlo!!!!!

Estrella dijo...

Eduardo,

gracias por la conversación. creo que podrías escribir largo sobre este tema. ¡Dale!

Juan,

Sí, es cierto, pero a veces el marco hace maravillas.

Caballero,

Me dejaste pensando y pensando. Mucho se habla sobre los blogs, pero osn tan nuevos que me parece que vamos haciendo camino al andar. Creo que Augé tendría que repensar el tema. Para mí, serían algo así como "no-lugares alugarados". Es de verdad muy extraño entrar en fecundos diálogos con gente a la que ni siquiera le conocemos la cara. Las palabras van y vienen, junto con los sentimientos de cada quien, de sus pareceres y sus particulares miradas. Cuanto más lo pienso más extraño me parece.
Habrá que seguir pensando. Gracias por leerme.